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Mensaje  Kamui Gakupo Dom Feb 21, 2010 9:40 pm

Se giró hacia él, viendo sus pies destrozados. Lamentó no haber sido lo suficientemente perspicaz como para no darse cuenta de que era un calzado muy incómodo y de que ese muchacho no deberia encontrarse en sus mejores condiciones para realizar un viaje tan largo, pero lastimósamente no les quedaba otra opción. - Venga conmigo, iremos a ese río, descansaremos y tomaremos algo de comer para reponernos. ¿Se ve capaz de caminar un poco más o necesita que lo lleve? - El samurái de amable condición, nunca dejaba de prestarse a los demás si éstos necesitaban de su auxilio.
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Mensaje  Len Kagamine Dom Feb 21, 2010 10:26 pm

Sonrió condescendiente y cansado y asintió lentamente con la cabeza:
-Si...creo que aún puedo llegar por mi..........lamentaria que tuvieseis que llevarme....

Se ruborizó ligeramente y continuó caminando a duras penas, hasta llegar hasta él.
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Mensaje  Kamui Gakupo Lun Feb 22, 2010 4:26 am

El samurai asintió con la cabeza levemente y vigilando que el joven no callera ni tropezara y asegurándose de que le seguía, llegaron a un claro donde pasaba un río no muy profundo, de agua fresca y límpia. Buscó un buen árbol en el que pudieran sentarse, no lejos de una de sus orillas, y dejó el poco equipaje que llevaba consigo. Entonces su atención reparó en los pequeños y doloridos pies del joven muchacho. - Creo que necesitan un buen descanso y un lavado a fondo. Verá que luego los siente mucho mejor. ¿La herida como la nota? ¿Creo que deberíamos cambiarle esas vendas. - Acto seguido se dispuso a buscar entre sus pertenencias en busca de más gasas limpias para curarle. - Si desea darse un baño sin importunios, me ausentaré en el bosque un rato para que disfrute de privacidad mientras me encargo de planificar el siguiente trayecto de viaje.
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Mensaje  Len Kagamine Mar Feb 23, 2010 2:51 am

Asintió y se puso en pie.-Me gustaria mucho darme un baño...asi mis pies descansarian...pero señor, le rogaría que no se marchase....no me sentiría seguro. Además, no verá nada que le importune, señor...bajo esta apariencia,soy varón tambien....

Se acercó al río y se quitó la ropa, dejandola a un lado bien colocada y entró dentro de la fría y delicada corriente. Comenzó a lavarse, sentandose en la orilla y observando las plantas de los pies, sin la más remota idea de qué hacer a continuación, puesto que sangraban y le dolían. Le miró de reojo algo ruborizado, observando sus reacciones y movimientos con curiosa inocencia.
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Mensaje  Kamui Gakupo Vie Jul 29, 2011 9:50 pm

El mayor se sentó a la sombra de un gran árbol, un hermoso cerezo, que comenzaba a florecer sobre su cabeza, mientras de soslayo vigilaba que el muchacho estuviera seguro en el río, y no se lastimara aún más o resbalara y cayera al río. Ciertamente, comenzaba a acercarse el buen tiempo, el sol comenzaba a lucir con fuerza sus rayos en el suave firmamento azul y el calor se hacía cada vez más presente. Suspiró. No habían dejado de correr y andar desde la pasada noche, sólo descansando por unas pocas horas. El samurái no mostraba signos de fatiga aún así, pero sí estaba acalorado. Pensó si sería prudente tomar parte de ese baño o mejor sería esperar y vigilar, no terminaba de decidirse. Por si acaso, no obstante puso algunas pequeñas trampas de campo que confundiría un rato a sus perseguidores si se les ocurría acercarse. Así tendrían tiempo de cubrirse y ponerse a salvo. Cuando hubo puesto hiedra y hojas suficientes en el último agujero cavado para así disimularlo, se acercó respetuosamente al muchacho, que estaba aún mirándose sus doloridos pies sangrantes, y gentilmente, se sentó cerca y se desnudó tratando de parecer calmado y natural, aunque lo que era cierto es que hacía tanto tiempo que caminaba en solitario que incluso el compartir un baño se había convertido para él en algo difícil de asumir, y no lograba no sonrojarse al menos un poco. Ya sin ropa, se acercó a los pies del menor y sin mediar palabra, agachado en la orilla del río, le practicó unos masajes ayudado por el agua fría para aliviarle el hinchazón y calmar sus heridas.
-Esto lo aprendí de mi maestro. Es un buen método de alivio. Al menos en mí funcionaba... Espero que te ayude a ti también, Len. -Demostrando tener la suficiente confianza para tutearle y llamarle por su nombre, ya convertido en su pequeño alumno. - Y algún día puedas pasar este saber a alguien digno de ello, como ahora hago yo contigo.-Le sonrió con gentileza, siguiendo dedicada y delicadamente el masaje a su joven acompañante, con cuidado y esmero, procurando no lastimarle demasiado en el proceso. -Sólo aguanta un poco en seguida estará. -El agua seguía corriendo incesantemente por el río, bañando la curtida piel del mayor, junto a su larga cabellera, que ahora le recorría la espalda sin su cinta que aguantaba su cola, que se había desecho antes de entrar al agua.
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Mensaje  Len Kagamine Sáb Feb 25, 2012 1:32 am

El muchachito observó como el joven le curaba como podía las heridas de los pies, suspirando de alivio ante aquello. Pensaba,observandole,en como había pasado aquello. Podía respirar el aire puro,ver el cielo azul,sentir la frescura del agua correr. Aquel baño era distinto de todo cuanto recordaba. Estaban en peligro, tal vez aquellos tipos les buscaban...pero Len se sentía más tranquilo que nunca. Observó al hombre ante él,tan amable, considerado, tan noble...y él era tan poca cosa,a pesar de lo que el samurai decía. Se sentía muy halagado de que aquél desconocido tuviera tanta fe en él... y le respetase. Le parecía tan noble, tan hermoso. Estaba visiblemente sumido en sus pensamientos mientras el agua corría,ajeno a todo más que a ellos dos. Empezaba a ruborizarse al observar las facciones del samurai. Había pasado por los brazos de muchos hombres, pero nunca había llegado a fijarse en ninguno de aquel modo... en cambio no podía apartar la vista de esos ojos. Empezó a sentirse confuso y finalmente bajó la mirada,agotado y dejando que el agua corriera.

-Muchisimas gracias.....
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Mensaje  Kamui Gakupo Miér Mar 14, 2012 4:11 am

El samurái le devolvió la mirada unos breves instantes con una sonrisa sincera y cortés. -No es nada. No podía dejarte con estas heridas. Es mejor curarlas antes de que todo se complique. - Mientras tanto se esforzaba en terminar su labor curativa y cuando hubo acabado se llevó distraídamente su brazo a su frente como para secarla del sudor que le propinaba el ardiente sol que se alzaba sobre sus cabezas. -Creo que por el momento será suficiente. Cuando termines el baño las secaré y vendaré. No temas... no estamos tan lejos de nuestro destino. -Aunque el samurái ya planeaba algún modo de ayudar al muchacho a proseguir sin tener que seguir lastimando sus cansados y doloridos pies. Se aclaró y refrescó la cara con el frescor del río y su espalda un poco caldeada por los rayos del sol mientras dejaba escapar un leve suspiro de alivio.
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Mensaje  Kamui Gakupo Mar Jul 03, 2012 5:16 pm

EDIT-USER DE KAMUI-: DOBLE POST >-< (Lo siento) Te envío un recordatorio user de Len, para decir que ya puedes seguir con la continuación del rol, que ya ando de vuelta de los exámenes y la gente me pide el capítulo 2 con insistencia ^^U... Gracias por leer (cuando contestes elimino este post, o le digo al Master que lo haga ^^U)

Matta ne ^^
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Mensaje  Len Kagamine Dom Jul 15, 2012 3:30 pm

El tiempo continuó pasando, sin prisas, a pesar del apuro. El muchacho podía sentir al samurai aun haciendole las curas y, cuando terminó, asintió a sus palabras, cerrando los ojos por un momento. Notaba el correr del agua entre sus manos, y al abrir los ojos pudo distinguir la figura del joven hombre, curtida en batallas, con algunas cicatrices.

De un modo levemente sonrojado desvió la mirada, estaba confuso, agradecido, cohibido, pero cuanto más miraba alrededor más podía percatarse de la realidad que le rodeaba. Nunca había salido de aquél lugar. Nunca había visto el sol de cara fuera de las casas del pueblo. Nunca había dado más pasos que del baño exterior al antro y viceversa. No había visto los árboles del bosque ni escuchado sus pájaros, por lo que aquellos sonidos y aquella vista a su alrededor comenzaban a perturbarle y emocionarle. Pudo ver bellas flores en la orilla del río y en esas flores, revoloteando alrededor, posandose delicadamente, frágiles mariposas de colores. Eso le hizo enmudecer incluso mentalmente aun y no haber pronunciado más palabra. Las mariposas....su atuendo estaba impregnado de ellas, al igual que sus adornos. De echo su 'amo' le había dicho cosas sobre ellas. Frágiles, no viven más de un dia.

Observó los árboles y vio entre las ramas una tela de araña. Aquello le recordó a sus habitaciones, suyas y de las demás muchachas. Pero el ver atrapada en la tela una mariposa amarilla, del este, de cola negra, hizo que se sobresaltase, casi cayendo al agua y devolviendole a la realidad del momento, por lo que observó al samurai y sin decir palabra le tocó los hombros. Se mordió el labio inferior, pensativo. Le había repetido varias veces en la posada que no pretendía su cuerpo ni nada...nada de 'eso', pero Len se sentía en el deber de devolverle de algún modo el favor, nada menos aunque fuera por su cura de los pies.

Hizo un breve masaje en los hombros del mayor, lo suficiente para liberarle la tensión que comenzaba a palparse más que nada por su caracter. Las manos y gestos del niño eran pura dulzura. Luego al terminar se separó un poco, sintiendose curioso pues nada más habia sido un corto masaje (a lo cual no estaba acostumbrado, como a nada de lo que estaba ocurriendole desde hacía pocas horas) y le sonrió, muy, muy agradecido, cortado y cohibido, sonrojadisimo.

Todavía sentía que los pies podían dolerle al caminar...pero a medida que los minutos pasaban estaba decidiendose a ser fuerte. Se habia jurado no ser una carga para el samurai.


-Cuando quiera...p-podemos continuar....cuando vos me digais.....-aun y asi a pesar de todo no podía tutearle. Era demasiado el respeto que sentía.
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Mensaje  Kamui Gakupo Mar Sep 11, 2012 3:56 am

El joven samurái se sorprendió ante el leve contacto y acercamiento que le ofrecía el menor, como entendiendo de alguna manera, que le quería mostrar su gratitud. Así pues, se limitó a sonreír suavemente mientras terminaba su masaje y sus curas, extraía los pies del joven con delicadeza del agua y los impregnaba de vendas limpias y suaves.

-Espero que con esto sea suficiente por ahora. -Concluyó, satisfecho con su labor. El sol estaba en lo más alto y pronto comenzaría a descender.- ¿Te parece buena idea comer tras el baño? Hace horas desde la última comida, y nos queda mucho camino por recorrer.-Indicó, aclarándose su larga cabellera para disminuir el calor.
Tras esto, ayudó al joven a reincorporarse e ir a por sus ropas que reposaban dobladas bajo el árbol más cercano que le comenzaban a salir sus verdes hojas, proporcionando una fresca sombra. Le ofreció al joven sus ropajes, y con cuidado le ayudó a vestirse de nuevo su elaborado kimono. Él hizo lo propio con su hakama. Se recogió de nuevo la húmeda melena con su particular cinta y se dispuso a indagar en su bolsita de viaje, donde guardaba las provisiones que le había proporcionado la anciana hostalera. Mientras preparaba los improvisados platos, se preguntaba a cuántas horas de distancia habrían logrado seguirlos sus perseguidores. Mirando a ambos lados, contempló que todas las trampas seguían intactas, nadie había pasado por allí en ese rato. No obstante no podía confiarse, deseaba no detenerse demasiado, pero su joven acompañante no estaba en disposición de andar a paso ligero, y esto lo preocupaba. El único modo de avanzar más deprisa era o bien conseguir montura o cargar con él hasta la ciudad, cosa que tampoco serviría de mucho, más que para que sus heridas cicatrizaran antes. La situación era ciertamente peliaguda. Pero para no preocupar al joven, simplemente mantuvo cerca su katana, bien atada al cinto, mientras ofrecía arroz con especias y pescado ahumado al joven, con agua fresca tomada del río.
-Espero que sea de tu agrado, joven Len. Cuando lleguemos a nuestro destino podremos degustar de platos calientes. Sólo deseo que esto te dé las suficientes fuerzas para proseguir. Pero sé que eres muy valiente y podrás aguantar. -Sonrió con sinceridad al menor. Realmente confiaba en su fuerza de espíritu, si es que era cierto que había vivido y pasado por un calvario como el de criarse en un hotel nocturno como aquél. Pero esa mala vida había terminado al fin para él, era libre de seguir su propio camino, mientras se mantuviera lejos de sus captores.

* * *

El día anterior, en la taberna...

Era ya muy avanzada la noche, casi podía adivinarse las claras siluetas de las montañas del este, por donde el sol despuntaría en poco rato. El tabernero, el señor Takeshi Iwao, caminaba enérgicamente por los pasillos de su local. Aquélla no había sido una buena noche. Los clientes que habían llenado su local apenas habían consumido ni degustado de la compañía de ningún/a empleado/a del burdel, y eso no era buen augurio, cuanto menos nada rentable. Realmente estaba fuera de sí. Todas sus muchachas estaban ya en sus respectivas habitaciones, y algunos de sus muchachos ya descansaban tras haber recogido los enseres del teatro y del bar. Pero el que verdaderamente le preocupaba era el menor y más bello de todos ellos, el joven Len. Sin duda era el chico más hermoso que nunca había pisado aquél antro, y el que le proporcionaba la mayoría de sus ganancias, y tan sólo recordar la fastidiosa discusión con aquél vagabundo con katana lo puso enfermo.

-¿Venderle yo, a mi muchacho, a mi mariposa? ¡Ni que estuviera loco! ¡Habráse visto, maldito vagabundo harapiento sin nada que hacer, venir a mi local con ese aire pretencioso a pretender a mi tesoro! - Sin duda para él había sido la mayor ofensa de aquella noche.- Debería dar gracias que le hubiera dejado marchar de mi local así como así. ¡Maldito desgraciado...! ¡Espero que no se le ocurra regresar por aquí!
-Entonces recapacitó y recordó dónde debía estar su hermoso jovenzuelo de voz clara y hermosa. Sí, hacía horas que lo había retirado a lavarse y después a su estancia, pero no lo había visto tan siquiera volver a su cuarto. No obstante se animó a echar un vistazo dentro de su habitación para ver si estaba ya durmiendo. Para su sorpresa, tras la tenue luz que se filtraba por la pequeña ventana, allí no había descansado nadie en toda la noche, y eso le escamó, pero pensó que quizás se había quedado dormido dentro del baño.

-Maldito mocoso malcriado, otra vez se ha vuelto a quedar dormido en los baños! - Aún más enojado, recorrió el camino que separaba el cuarto del menor hasta los baños, donde hacía horas que estaba el menor encerrado. Abrió la puerta casi de golpe, dispuesto a darle una buena reprimenda, pero la sorpresa que le deparó aún fue más grande que la anterior. No sólo el muchacho no estaba por ningún sitio que buscara, sino que además, pequeños rastros de un tono carmín más que delatores se esparcían alrededor y dentro de la bañera de madera. -¡Mierda! .Maldijo bien fuerte. ¿Podría ser que alguien hubiera entrado allí para matarlo? Pero... se habrían llevado el cuerpo de ser así? Todo era muy extraño, y el hombre no quedó nada convencido. Abrió a todo correr la puerta que conducía a la parte trasera del establo, donde atando cabos vio que su caballo tampoco estaba en su lugar. Había huido fuera quien fuera. Su mariposa no sabía montar ni habría sido capaz de hacer algo así. Alguien seguramente le habría forzado infligiéndole heridas para conseguir su beneplácito y colaboración a su secuestrador. Y las posibilidades que barajaba el señor Iwao eran muy diminutas, más bien apuntaban a una sola persona...

-¡Maldito seas, vagabundo! ¡Me las pagarás, no descansaré en vida hasta que te encuentre, te desmembrane y te arranque tu alma de tu ser y la lance a los infiernos! ¡Vas a desear no haber nacido, engendro del diablo! ¡Nadie que me robe mis bienes más preciados y mi mariposa viven para ver la luz de un nuevo día, y tú no serás la excepción!- Gritó tan alto que alertó sin querer a los pocos guardias que tenía contratados, que estaban a punto de hacer el cambio de turno, corrieron con el amo para ver qué había sucedido. El amo no perdió el tiempo.

-¡Vosotros, organizaos como queráis, pero no quiero que nadie descanse ni una sola hora hasta dar con el paradero del secuestrador de mi mariposa, el vagabundo con katana de anoche, y me los traigan vivos a ambos, me encargaré personalmente de darle un buen recibimiento a esa sabandija...!

Instantes después, los secuaces de Iwao rompieron filas, buscando con ahínco por cada rincón de la comarca en busca del prófugo y su prisionero, a sabiendas de que podrían perder algo más del empleo si se les ocurría fallar. Takeshi Iwao no era un hombre como cualquier otro en esa zona, gozaba de un gran prestigio y protección como sólo un noble podría tener, era un hábil negociador y un mafioso demasiado importante como para estar tan loco de tomarse sus amenazas a la ligera. Todos los de su círculo le temían y respetaban, porque si algo podía presumir ese hombre, era de cumplir todo lo que prometía. Sin más dilación se dispusieron a cabalgar por el camino que les llevara al poblado más próximo, donde horas más tarde dieron perdido a medio camino el caballo del señor Iwao, que inútilmente trató de encabritarse y escapar, persecución que duró poco rato. Pero tras esa única pista, se perdió el rastro de los dos hombres. Es como si extrañamente se los hubiera tragado la tierra, pero no se darían tan fácilmente por vencidos.
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Mensaje  Len Kagamine Lun Oct 08, 2012 3:59 am

El joven tomó la comida que el mayor le ofrecía y la comió con algo de decoro pero con una leve ansia, pues en realidad tenía hambre por el largo camino andado. Se encontraba algo mejor de los pies tras las friegas y las vendas, por lo que estaba convencido que, tras un pequeño descanso, podría continuar. Su voluntad debía superar a sus fuerzas, pues sus perseguidores posiblemente no andarían muy lejos en su pista. Mientras masticaba,tapándose la boca con la manga del kimono, miraba de reojo a su salvador. Pensaba en qué podría ocurrir a partir de aquél momento. Llegarían a la ciudad...y una vez allí? Y si les encontraban? La sola idea, de repente, le acongojó. Incluso su expresión cambió mientras observaba al adulto sentado a su lado y dejó de comer. No quería que le dañasen.Por algún motivo,que el muchacho presuponía era gratitud,aunque pensar en ello le dañaba, no quería que le ocurriese nada malo. Y el haberle rescatado y sacado de allí, llevándole lejos, era un motivo más que suficiente para buscarse problemas. Tratando de calmarse continuó comiendo, degustando el manjar. Tras ello, sonrió al mayor y se puso en pie con un movimiento grácil y suntuoso, aunque un leve quejido al posar los pies en la hierba.
-Cuando vos digáis y terminéis podremos continuar, estoy listo para ello.-aclaró,casi reverenciandole con cortesía. Le había pedido que le tutease...pero continuaba sin poder hacerlo. No se sentía capaz de ello.

****

El bosque era profundo y espeso.Algo alejados del río donde Len y el samurai se hallaban, el grupo de esbirros del Sr. Iwao seguían buscando algún indicio que les condujera hasta el paradero del maldito vagabundo y la mariposa. Eran unos cuatro individuos, todos ellos vestidos con un hakama negro y gris,armados con katanas.

-Eh, Sato....tu crees que les encontraremos?-preguntó uno de ellos, un joven de poca menos edad que los demás.
Tenlo por seguro, Bôn...-le respondió uno de los adultos, de tez ruda y ojos oscuros y crueles. Seguían buscando, cuando uno de ellos señalo algo en el suelo que llamó la atención de los demás. Entre el espeso follaje del bosque, siguiendo un sendero, había un buen puñado de huellas. Huellas grandes y pequeñas, que correspondían a dos personas. Un adulto y un joven. Se miraron entre ellos y sonrieron con malicia. Siguieron el camino en silencio, rastreando con sumo sigilo. Iban pasando las horas lentas, hasta que finalmente llegaron a las cercanías de un río. El joven Bôn fue el primero en localizar la orilla y a sus presas.
-Os dije que les encontraríamos.... así que el jefe tenía razón....el vagabundo se llevó a la mariposa....-musitó Sato.
-Pues no parece muy a disgusto....-mencionó Honma, otro de ellos.-Bôn, vuelve y dile al jefe que les hemos encontrado. Vamos! -le urgió.
El joven Bôn asintió y con cuidado de no ser visto por los prófugos, a pesar de estar lejos y apartados, echó a correr.

-Pero no podemos atacarles aun?-preguntó el tercero de ellos.
-No por ahora, que están en alerta, mejor..... cuando sea de noche...-tras susurrarles aquello ,Sato rió bajo, de un modo cruel y macabro, pensando en lo que harían con ambos cuando les atrapasen.
Lo que ninguno sabía era que el joven Bôn nunca levaría a cabo su cometido, pues el samurai había colocado trampas no muy lejos de donde se encontraban, y el desdichado secuaz había caído en una de ellas,con muy, muy mala fortuna, golpeándose la cabeza de un modo fatal.

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Mensaje  Kamui Gakupo Lun Nov 19, 2012 5:49 am

El más mayor lo observaba con respeto y cortesía, sin ser demasiado invasivo y maleducado, para no hacer sentir incómodo al muchacho. De vez en cuando se preguntaba a sí mismo qué tipo de pensamientos le abordarían a su joven aprendiz. Por su parte, mientras comía pensaba en el futuro. De la noche a la mañana tenía ante si un chico a su cargo, un jovencito que no había conocido nada aparte de la servidumbre a otros hombres en el lecho. No obstante, a pesar de que por la situación se había sentido en la obligación moral de ayudarlo sin entender muy bien el por qué de su acto precipitado, no estaba del todo insatisfecho. Había algo extraño y misterioso en el aura de ese muchacho que le intrigaba y le llamaba poderosamente. "Debe existir una razón por el cual el destino ha unido nuestros caminos" se decía para sus adentros. Si los dioses así lo han querido, o los espíritus o las estrellas, así debe ser. Debo confiar en sus designios. Tras estos pensamientos, una figura rígida pero segura de si misma, le sonreía. Se sonrió, mientras el muchacho algo preocupado, terminaba su comida y se alzaba elegante y virtuosamente ante él. Debía admitir que había sido entrenado realmente para cautivar a todos cuantos le miraban, sus modales y gracia podrían rivalizar con el príncipe o la princesa más exquisitos del lugar. Su viejo amo había invertido mucho tiempo y dinero en él, y lo había convertido en el perfecto artista cautivador. Esto le producía a la par una enorme admiración y tristeza. Pero no quería turbar su mente con estos pensamientos y que éstos relucieran en su mirada, así que afable se levantó junto a él y fue recogiendo los restos de la comida y los enseres con diligencia casi marcial, por orden y lo empaquetó de nuevo en su equipaje. Luego deparó en los pies del rubio. -¿Como sientes los pies, joven Len? ¿Crees que podrás caminar o... necesitas reposar un poco más? Podemos descansar un poco más si es necesario. -Temía por que sus captores les atrapasen, pero por otro lado le preocupaba la salud de su acompañante.

No obstante, algo le hizo reaccionar. Una señal que sólo él conocía, le avisó del peligro. En las trampas que colocaba, tallaba unas ramas de diferentes árboles que producían un sonido particular al golpearse cuando la víctima tenía la desdichada suerte de caer en ella, y ese sonido se transmitía con facilidad por la espesura del bosque, sin resultar demasiado sospechoso para nadie que no conociera ese significado. Su cuerpo quedó petrificado por un momento, y por inercia llevó una de sus manos a la empuñadura de la katana. Les estaban siguiendo muy de cerca, de eso no cabía duda. El sonido no se había propagado especialmente lejos de allí. Muy a su pesar y a la del pequeño y su estado, no podían detenerse. Pero no quería alarmar al muchacho, así que trató de mantener la calma y parecer natural ante él. Miró hacia el firmamento en busca de la posición del sol. Media tarde. Si les seguían varios guerreros, ya que un animal de poco peso era demasiado difícil que cediera ante él la trampa, y si eran inteligentes, serían varios los que les seguirían tras sus talones, dudaba que se atrevieran a atacar enseguida. Seguramente esperarían que el cansancio o la noche se cerniera sobre ellos, cualquier experto en el campo de batalla sabía aprovecharse de las condiciones climáticas y del estado de sus víctimas a su favor. Aún habían poco más de dos días y medio de camino hasta la ciudad... No llegarían a tiempo quizás para evitar la emboscada, tenía que prepararse. Disimuladamente se vendó bien las manos con firmeza y se ajustó bien el hakama, a la vez que recogía con firmeza los bártulos y comenzaba a caminar, tratando de cambiar el rumbo. Sería un camino más arduo pero era más intrincado para que sus captores les costara más seguirlos, aunque el desgaste por desgracia sería mutuo.

* * *

Caminaron así unas tres horas más, vigilando al muchacho que seguía el ritmo como podía, valientemente. Pero evidentemente no estaba acostumbrado a tanto esfuerzo por tantas horas. Sin mediar palabra se arrodilló de espaldas frente a él y le dijo con decisión.- Joven Len, por favor, sube a mi espalda. No puedo permitir que tus pies lastimados sigan así. Además, puede que así vayamos algo más deprisa. -En verdad no sería mucha la ventaja, pero al menos evitaría que los pequeños pies del joven no terminaran desangrados. Miró al horizonte. El atardecer se aproximaba inexorablemente. Debían darse prisa.
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Mensaje  Len Kagamine Sáb Nov 24, 2012 2:46 am

Al comenzar a llegar el atardecer y al escuchar las palabras del samurai, el muchacho asintió, algo sonrojado y sintiendose apenado de ser una carga se acercó y subió a su espalda, encaramandose intentando no dañarle, y prosiguieron su camino. Aun y que el descanso en el río había sido en parte reparador, el joven no estaba acostumbrado a tantísimo esfuerzo y camino, por lo que sus pies, a pesar del masaje y las vendas, tras la nueva caminata en un terreno tan duro e inhóspito para él, volvían a arderle sin remedio. El joven hombre le cargaba con firmeza a pesar de su indudable cansancio, pero parecía que su determinación de llevarles a un lugar seguro o alejado hacía crecer en él fuerzas sobrehumanas. Obviamente eso eran pensamientos del chico, que le observaba la nuca y el cabello caerle por la espaldas sujetos a la cola de caballo, grácilmente. Era un cabello largo y curiosamente hermoso para el pequeño. Se sorprendió asimismo sonriendo con una inadecuada ternura ante esos pensamientos. El trato que estaba recibiendo distaba en demasía de todo lo que había conocido. El señor Iwao era rudo y fiero, a pesar de que era iracundo y les golpeaba. Los clientes nunca eran una hermosura ni flores gentiles. Pero este hombre desconocido le había sacado de su inferno personal, librándole de la muerte más deshonrosa y cobarde, para mostrarle un mundo nuevo: El mundo que jamás había visto más allá de las ventanas. A pesar de todos los peligros, del miedo infinito que sentía por sus más que probables perseguidores, una parte de él clamaba interiormente querer quedarse con el samurai. Se sentía seguro y a salvo.... aunque fuera sólo una ilusión, quizás, eso le daba fuerzas para no perder el sentido de agotamiento, aun y siendo cargado en las espaldas. Continuó observándole mientras caminaban, sufriendo lo indecible por él y sus fuerzas. Mientrastanto, sólo veía camino de árboles y hierba, bien frondoso. Comenzaba a anochecer, cosa que no era ninguna buena señal.

**************************

Los secuaces de Iwao continuaban tras su pista, siguiendoles de un modo prudencial y con sigilo para que no les detectasen, dejando pasar unos minutos a cada avance. Sato iba a la cabeza, seguido por Takka y por Honma. Seguían creyendo que Bon había partido rumbo al pueblo para avisar al jefe, sin saber de su fatal destino. Reían bajo entre sí al mirarse, comentaban casi en susurros lo que harían cada uno cuando les encontrasen y atrapasen, cuando mataran a aquel roñoso vagabundo y el castigo que infligirían a la mariposa.

-Si nadie le daña la cara, el señor Iwao no tiene porqué enterarse -comentó Honma, riendo bajo y entrecortado, de un modo enfermizo.-Podemos hacer lo que nos plazca de cintura para abajo.
-Tienes toda la razón, pero no olvides que aquí mando yo, así que seré el primero en probar semejante delicadeza.-gruñó Sato.
-La mariposa de oro, la joya del señor Takeshi Iwao.... con más solicitudes en el local que todas las chicas juntas, ni las de lujo....tiene que ser una delicia, ciertamente.-Takka asintió pensativo, Honma continuó con su risa de cerdo retrasado.
-Así aprenderá a no escaparse..... y si se chivase al jefe, siempre podemos alegar que el vagabundo le golpeó, trastornándole el juicio.-Sato sonrió al decir eso y siguió observando a los caminantes, volviendo al silencio sepulcral. Estaban alejados de ellos y actuaban con cautela. El tiempo pasaba lenta pero fatídicamente....

*********************

El atardecer dio paso al anochecer, y con ello la agitación de ambos, aunque el samurai procuraba guardar en silencio sus inquietudes para no alarmar al muchacho. Len parpadeó curioso mientras observaba el color lilaceo de las nubes, casi negro, al caer la temprana noche. Aun no era noche cerrada y quedaban resquicios de luz. De pronto, el chiquillo señaló ante si, instandole a detenerse.


-Qué es eso, señor......? -ante ellos, se encontraba un profundo risco, un acantilado. Se detuvieron por completo y esta vez si el hombre pareció sorprendido,alarmado quizás. Pero antes de que pudieran decir nada más, escucharon unos pasos y unos aplausos tras ellos.

-Vaya, vaya, vaya... parece que habeis llegado a un callejón sin salida......-dijo una voz, y cuando el samurai con el joven se giró, vio que se trataban de unos tres hombres armados con katanas, amenazantes y peligrosos. El que había hablado era Sato.
-Me parece que estais al final de vuestro viaje! -rió Honma divertidamente cruel.
Takka simplemente les miraba en silencio, desafiando al samurai con la mirada.
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Mensaje  Kamui Gakupo Sáb Nov 24, 2012 8:00 am

Tratando de no perder la calma, el samurai alzó la mirada sin perder a los tres individuos de vista, casi sopesando sus fuerzas y su destreza, tratando de trazar un plan veloz que le permitiera eludir a sus perseguidores sin gastar demasiadas energías, aunque no las tenía todas consigo, no permitió que la duda aflorara a su semblante para aventajar a sus fieros contrincantes. Entonces se dirigió al joven muchacho que permanecía fuertemente cogido a sus hombros.- Joven Len, escúchame atentamente. Ahora voy a soltarte suavemente y quiero que te quedes tras mi espalda todo el tiempo. No te muevas de mi lado ni un instante. Y sobretodo mantén la calma. Te prometo que no te sucederá nada. El muchacho contestó con el pulso acelerado- -D-de acuerdo.....-Al chico se le notaba asustado, bajó de su espalda y se quedó tras él como le ordenó, tenso, observando a los tres hombres, reconociéndoles como trabajadores del señor Iwao, tipos a los que en el burdel veía cada día. Kamui pareció notar un sutil cambio en la mirada del pequeño, por lo que dedujo que no era la primera vez que los veía. Al instante su mirada volvió a toparse con los asaltadores. A pesar de que era un guerrero entrenado para la lucha, alguien muy sabio le hizo recordar en su corazón que antes de alzar la bandera de la batalla, debía tratar de evitarlo por todos los medios, aunque su razón le insistiera en desechar tan desquiciada idea. Tomó aire y con tono tranquilo pero firme, se dirigió al trío maleante.- Creo saber con qué intenciones nos persiguen. Pero aún así, quiero darles la oportunidad de arreglar este asunto haciendo uso de nuestro raciocinio. -El que parecía más ufano se apresuró a contestar con un marcado desdén.- ¿Has oído eso Sato? Dice que ahora quiere hablar... Desgraciado vagabundo... Primero le robas a nuestro señor sus pertenencias ¡¿y ahora pretendes dialogar?! Eres un poco ingenuo para ser un vulgar y sucio ladrón... -Pero antes de que pudiera proseguir con sus improperios, el que parecía estar al mando lo mandó callar de malos modos.- ¡Calla de una vez Honma! ¡Te repito que el que habla aquí primero soy yo! -Amenazándole con un puño alzado perdiendo la poca paciencia de la que disponía. El matón de lengua audaz guardó silencio de inmediato, permitiendo que su líder controlase la situación. Entonces prosiguió la charla.- Al fin nos vemos las caras maldito ronin... - Se dirigió al de pelo morado, escupiendo soezmente la palabra "ronin" como regodeándose en su sonido. El samurai permaneció inmutable ante ese gesto, cosa que le provocó más ira contenida al jefe de los malhechores.- Verdaderamente eres maldito un descerebrado si piensas que hemos estado persiguiéndote a ti y a ese estúpido mocoso para pararnos a perder el tiempo "charlando". Ambos sabemos que sabes perfectamente por qué estamos aquí. Hemos venido a recuperar lo que nos pertenece por las buenas o por las malas y no pensamos actuar con piedad con tipos tan miserables como tú. -El samurai no les quitaba ojo pero sopesaba cómo podría continuar esa charla, aunque realmente no confiara que le fuera a llevar a ningún sitio más que marearles y hacerles perder los nervios. El que parecía menos listo de los tres habló por primera vez. - Sato, Sato, no te olvides de que nos has prometido degustar el sabor sensual de la piel de la hermosa mariposa. Yo quiero yacer con él y hacerlo mío todas las veces que me lo consientas... -Parecía muy ansioso y miraba con ferviente y enfermizo deseo al joven muchacho que repudiando se aguantaba las ganas de gemir de pavor con sus mangas y se guarecía tras la imponente espalda de su protector. Sato volvió a replicar. - Sí, sí Takka, ya os dije que cuando yo me canse de él, podréis disfrutarlo también, siempre que no lo lastiméis demasiado por fuera... por dentro podréis penetrarle tan adentro y fuerte hasta desgarrarle si queréis. Creo que será un hermoso y perfecto castigo hecho a la medida de un kagema travieso que se dedica a coquetear con vándalos ladrones. Seguro que hasta lo gozará junto a nosotros pidiéndonos más, totalmente entregado a nuestra voluntad, cual perra en celo que es... -Kamui esta vez no pudo evitar fruncir el entrecejo levemente. Su pulso se había comenzado a acelerar a pesar de tratar de mantener la sangre fría, pues cualquier movimiento en falso podía conducirle a un destino fatal. Pero no consentiría que volvieran a capturar al muchacho y que nadie volviera a tratarle de tal forma. Con un gesto disimuladamente premeditado, condujo su mano vendada a la empuñadura de su katana, procurando concentrarse en todo lo que veía y oía. De pronto sintió el tacto leve pero tembloroso de una de las delicadas manos del muchacho que tironeaba del hakama, con un semblante horrorizado. El samurai le sonrió con confianza. - No te preocupes Joven Len. Nada malo va a pasarnos hoy. Confía en mí como hasta ahora. -El muchacho asintió tratando de calmarse mientras el trío que lo había oído estallaba en carcajadas burlonas.- ¿Habéis oído? ¡El vagabundo se las da de héroe frente a los muchachitos afeminados! -Replicó con sorna Honma. Takka se unió rápidamente al coro.- Es un necio infeliz que pretende intentar ganar a los más expertos de los guerreros del Señor Iwao. Eso sí es tener una fe ciega y estúpida que le llevará indudablemente a una muerte lenta y dolorosa. -Rió con Honma estúpidamente. Sato por el contrario se mantenía callado, mirando a los ojos azules del samurai, con plena confianza de su victoria pero sin confiarse demasiado en su rival que permanecía impasible a todo gesto de provocación. En un gesto rápido los tres desenvainaron las espadas desde donde estaban situados. Kamui flexionó sus piernas moviendo a un lado su tobillo derecho levantando partículas y una leve nube de polvo en suspensión, como tratándose de una leve pero concisa advertencia. Más allá de este gesto no se movió. Len con ojos muy abiertos, se preguntaba qué se proponía su salvador quedándose quieto sin siquiera desenvainar su katana. Pero tal y como había prometido, confió en su destreza y juicio, rezando a todos los espíritus del bosque que conocía por las obras de teatro kabuki del burdel, que le ayudaran y condujeran a la victoria. El trío no se hizo esperar y se abalanzaron contra el vagabundo. - ¡A por él chicos! ¡Matadle! ¡Quiero su preciosa cabellera como trofeo para el señor Iwao, así que no quiero remilgos ni piedad! -Los tres ágilmente acortaron distancias a gran velocidad, quedando rodeado en cuestión de pocos segundos. El primero en atacar fue Takka de forma algo torpe pero con una gran carga, mientras Honma se aproximaba por el otro flanco más impulsivamente. Ante el asombro de ambos, Kamui desenvainó la katana en tan sólo un segundo y no tan sólo su espada, sino con vaina en mano, formó ágilmente una cruz, repeliendo a ambos atacantes que retrocedieron unos centímetros debido a la fuerza del impacto. Len no podía dar crédito a sus ojos. Pese a que desde atrás no era del todo consciente de los movimientos, sí llegó a alcanzar ver el grácil y efectivo movimiento del samurai. ¿Cómo había sido capaz de defenderse con tanta celeridad? Estaba claro que lo había infravalorado por su condición tan amable pero era en la batalla un fiero y experimentado guerrero como el que más. Aunque con lo que Len no contaba era con el desgaste que llevaba consigo su protector. Y era un punto a favor de los secuaces de Iwao a su favor. Kamui en todo momento lo sabía así que procuraba no malgastar energías y no moverse demasiado, concentrado solamente en defender y repeler ataques, esperando a la mínima oportunidad de distracción para asestar un golpe fatal. Pero no era una tarea sencilla al tener tres duros oponentes y un joven a la espalda a quien vigilar y proteger en todo momento. Sato que era el más capaz de los tres y el más astuto, conocía estos flancos débiles igual que Kamui, y se beneficiaba de ellos atacando a la vez junto a sus dos hombres, acercándose peligrosamente a las espaldas del samurai, cosa que lo obligaban a retroceder cada vez más hacia el acantilado. Al final Len trastabilló llegando al límite a punto de caer, gritando con pavor y aferrándose a Kamui para no caer al vacío. Kamui era consciente que no podría seguir retrocediendo más, tenía que acabar con esto de una vez aunque significara estar expuesto a un ataque directo y certero. Valientemente tras enderezar al muchacho, se encaró contra Takka y aprovechando su deescordinación le atravesó sus vísceras con su el filo de sus espada, haciéndole perder el equilibrio casi al instante, y desfalleciendo en el suelo al retirar la hoja de sus intestinos sangrantes. Honma enmudeció por un momento pero llevado por el odio de haber perdido a su amigo, se lanzó fatídicamente a su destino de un salto, planeando sobre la cabeza del samurái para caerle encima a lo que aprovechó el replis de la katana y alzándola de abajo a arriba, le abrió en canal, cosa que en ese instante permitió victoriosamente a Sato abrirse paso ante las defensas de Kamui y asestarle numerosos cortes, entre ellos el más severo que fue incapaz de esquivar, uno muy cerca del pecho. El samurái sintió el frío y letal impacto del filo en sus carnes, y supo de inmediato que si no reaccionaba, las pocas fuerzas que le quedaban le abandonarían y quedaría a su merced. No podía permitir que eso pasara bajo ningún concepto. Armándose de toda la fuerza que fue capaz, se giró y con un gesto de brazo junto a muñeca, rebanó la cabeza de su atacante sin piedad, pero límpiamente. La hoja del contrincante inmediatamente perdió presión y pudo desprenderla no sin gran dolor de su pecho, cayendo de rodillas al suelo por el enorme esfuerzo y dolor que había tenido que soportar,jadeando con un esfuerzo sobrehumano. Len enmudecido por el desagradable acontecimiento, temblando asustado se agachó al lado del valiente samurai, y horrorizado comprobó que sus vendas y su hakama se iban empapando de un espeso líquido de un color rojo que bien conocía: El rojo sangre. Kamui tratando de mantener la consciencia le indicó al muchacho que se hiciera rápidamente con unas vendas del equipaje y taponara la herida para evitar perder más sangre. El muchacho no necesitó oírlo dos veces: con celeridad fue en busca de restos de vendas y le abrió el hakama con rapidez, apretando y rodeando varias veces el pecho del samurái todo lo fuerte que fue capaz implorando al cielo que surtiera efecto y la hemorragia se detuviera. Mientras vendaba con las manos temblorosas le observaba, pálido y aterrado por la escena vivida. No pudo evitar que las lágrimas aflorasen en sus ojos -E-Estás herido......s-sangra......-El samurái pese a su agotamiento le sonreía con los ojos algo nublados por la cantidad de sangre emanada de su cuerpo.- N... no te preocupes... he vivido otras situaciones parecidas...
-Con esfuerzo aguantaba el dolor estoicamente. -¿Q...que puedo hacer....?-Sollozó el jovencito con un hilo de voz mientras con las manos hacía presión en las vendas- No dejes... de presionar Joven Len... Parará...-Se secaba el sudor de la frente como podía y trataba de sentarse en el suelo.-La mariposa asintió entre lágrimas, sin dejar de presionar, observándole reclinarse en el suelo. El samurai no dejó de sonreír pese a su creciente dolor. Por primera vez desde que estaban juntos, el mayor tuvo un gesto afectuoso con él, acariciando su cabeza suavemente y luego sus mejillas para secar sus lágrimas. -No llores por mí. No pienso dejarte ni aquí ni ahora. Prometí cuidarte y mantenerte a salvo y eso es lo que haré. -El muchacho visiblemente sorprendido y emocionado con las mejillas algo acalorado por las lágrimas y el tierno gesto del mayor, asintió lleno de gratitud, y continuó dando lo mejor de sí en sus cuidados. Ayudó al mayor a tumbarse sobre un lecho improvisado con una capa de abrigo que Kamui llevaba en su pequeña bolsa de viaje, y prendió una hoguera con unos pocos leños que pudo encontrar. Más tarde le ofreció agua fresca y le ayudó a comer para que repusiera fuerzas. Poco rato después el mayor no pudo con su cansancio y pese a sus esfuerzos por mantenerse despierto, Len apoyando su cabeza en su regazo y acariciando su larga cabellera lo estuvo velando despierto toda la noche, temiendo por que el samurai no pudiera cumplir su promesa y abandonara el mundo sin él poder evitarlo. No podría perdonarse nunca este gesto cuando se sentía culpable de tal desdicha en su salvador, pese a que Kamui se esforzara siempre en hacerle entender que no había nada que perdonar ni lamentar. Y así, tras una larga y espesa noche, se fue abriendo paso al refulgente amanecer.
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Mensaje  Len Kagamine Dom Nov 25, 2012 3:11 am

Largo rato pasó susurrandole palabras de ánimo y aguante al samurai, acariciandole el cabello con infinita ternura y preocupación mientras miraba alrededor agotado y alterado,con los ojos anegados en lágrimas, rojos de cansancio. Le observaba, instándole a que no se durmiera, temeroso de perderle, sujetandole con toda la firmeza que era capaz los vendajes, temiendo que la sangre no se detuviera, aunque a medida que amanecía así ocurría, formándo un coagulo que detenía la hemorragia. El joven observó los cuerpos de los rufianes, diseminados alrededor. Estaban muertos. Len temblaba por el shock que aquello le estaba provocando. Aquellas personas habían estado siguiendoles para matarles o algo peor, para matar al samurai y llevarle de vuelta a casa del señor Iwao no sin antes beneficiarse de su propia carne. Bajó la vista hacia Kamui, con la mirada fija,como si estuviera ausente. Habían estado casi un día caminando a pie en su huída, algo que jamás había hecho fuera del burdel. Cuando el hombre cayó herido tras matar a sus perseguidores, de inmediato se ofreció en su ayuda, aun y temer la sangre con todas sus fuerzas. Len conocía la crueldad del mundo, pero no de la muerte. Le resultaba increíble pensar que no volverían a levantarse y aprovechando el mal estado del samurai terminar su faena. Pero tal y como había terminado la pelea aquello parecía más que improbable a menos que las cabezas tuvieran vida propia o los humanos pudieran caminar sin órganos internos o seccionados en dos. Aquella visión le produjo nauseas, pero consiguió controlar su malestar. Otra acción que había hecho que lo tenía sorprendido era que él mismo, casi sin ayuda, había encendido el primer fuego de su vida.

Mientas estaba sentado con el samurai recostado en su regazo, descansando de su herida, se miró los pies vendados. Realmente estaban ocurriendo cosas distintas a nada de lo acaecido anteriormente en su vida. Volvió a fijar su atención en el hombre a su cargo. Había dejado de acariciarle hacía rato, pensativo.

Cuando ya había amanecido casi por completo Kamui trató de levantarse, diciendo que debían continuar, que aquella herida era menor comparada con otras que había tenido, y que no quería que sus perseguidores, pues seguro que alguno más había, eso pensaba Kamui, les alcansacen. Len se levantó y buscó entre las hojas del suelo, sacando una rama lo suficientemente larga para ser usada de bastón. Se la entregó al samurai para luego ofrecer su brazo también para ayudarle a caminar.

Así,continuaron su viaje durante más horas, deteniendose únicamente a comer a mediodía para reponer fuerzas y descansar. Horas y horas de camino hasta encontrar un lugar medianamente seguro para usar de refugio. Era una cueva cercana a donde ambos se habían detenido, y parecía desierta. Len observó al samurai que caminaba sujeto a él por un brazo, sujeto al bastón por el otro. Su cuerpo temblaba de un modo imperceptible, pero estar tanto rato junto a él había conseguido que la pequeña mariposa notase ese cambio en el mayor, lo que aumentó su preocupación.

Esa noche también la pasaron en guardavela. El pequeño tenía demasiadas cosas en mente, demasiado fuerte había sido el shock, en parte, pues a pesar de recordar muchas cosas, las recordaba todas de un modo extraño, fantasmal y vacío.

Y así llegaron tras mucho caminar horas y horas después, casi al atardecer, a la ciudad, un pueblo fronterizo perteneciente al país vecino. Estaban agotados y sin fuerzas. Len al fin pudo ver que Kamui parecía tener problemas para continuar. Al respirar resollaba con fuerza, con esfuerzo, como si le pareciera un suplicio. Y continuaba temblando. Justo habían dado un par de pasos cuando el mayor trastabilleó perdiendo el equilibrio y las fuerzas y cayó al suelo. Len,a pesar de haber caído también, a pesar de su agotamiento, le abrazó, ayudandole bien preocupado por su bienestar. Le vio respirar agitado, fuerte a veces, lento otras, a intervalos tosiendo con fuerza también. Al pasarle con delicadeza la mano por el rostro para quitarle los flequillos de la cara, pudo sentir como su frente ardía, sacudido por fuerte fiebre. Eso le aterró con todo su ser, observándole sin saber que hacer.

Kamui estaba cada vez más débil, podía sentirlo, como si fuera a perderlo en su abrazo.
-Joven Len...no te preocupes......avisa....al....médico.....d-doctor....Kaai.....-tras decir eso entre toses cerró los ojos, haciendo que la mariposa se aterrase más al verlo respirar jadeante, sin fuerzas. El pequeño miró alrededor como alguna gente pasaba por las calles donde ellos se hallaban, el mayor recostado en el suelo en brazos del muchacho acuclillado, llamando parte de atención de los pueblerinos. Un señor de alrededor de unos cincuenta años se acercó, solícito:
-¿Necesitan ayuda.....?-sus palabras, curiosas y serviciales, preocupadas, chocaron a Len, que simplemente susurró con lágrimas en los ojos:
- Busco.....al Doctor Kaai.....por favor......-al murmurarle aquello al hombre dos grandes lagrimones de desesperación cayeron por su mejilla y casi no fue consciente de que el señor asentía dando a entender que le había entendido y le ayudaría.
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Mensaje  Kamui Gakupo Sáb Dic 22, 2012 4:38 am

"Confusión... Una larga noche sin luna, o eso parecía. Mi cabeza dada vueltas, y un estupor nublaba mis sentidos. No podía pensar, tan siquiera moverme. Sólo mi respiración me insuflaba vida... Pareciera como si ese letargo se fuera a perpetuar para siempre. Quizás mi espíritu yacía a la espera del último gran juicio por mis pecados y mis manos manchadas en sangre, pero ese momento no llegaba. Estaba aturdido. Cuando creía que ese silencio sepulcral parecía que no tendría fin, emergió una extraña melodía.. suave y tenue, pero firme en el tiempo. Poco a poco iba cobrando intensidad y fuerza, llenando del todo mis sentidos, como una lluvia dorada. Esa voz... tan cálida... Recordaba haberla oído en algún lugar, pero no lograba retenerla. Mi cuerpo comenzó a reaccionar pesadamente ante su presencia, queriendo ir en pos de ella. Cuando al fin había logrado ponerme en marcha, ese hermoso sonido se detuvo, dejándome de nuevo en plena oscuridad. Me inquieté. Me sentí muy turbado y perdido... Era una sensación aungustiosamente perturbadora, y de nuevo recordé... hace 10 años... los cascos... los gritos... silencio. Todos se fueron. Todo terminó. Mis ojos se volvieron rápidamente, y en un haz de luz, se encontraron. Los abrí suavemente. Un rayo de sol se alzaba alegremente en la mañana, atravesando una ventana de una habitación que me resultaba extrañamente familiar. Me llevé lentamente una mano a mi sien embriagada de sudor frío, era como si alguien hubiera estado martilleando mi cabeza, aún sentía cierto estupor hueco en mi mente. Me sorprendí: mi fiebre había bajado considerablemente. Entonces vino a mi mente los recuerdos de la pasada noche... o así lo creía yo. Me incorporé suavemente, observando alrededor: Mi cuerpo estaba desprovisto de ropajes, y mi hombro estaba totalmente vendado y parecía que la hemorragia se había detenido. Me sentía dolorido, pero ni mucho menos como antes al recibir el impacto frío de la espada. Mi mirada fue algo más allá. Junto a mí, yacía el joven muchacho, completamente dormido, estirado a un lado del lecho, como si se hubiera rendido a una agotadora lucha. Condescendiente y enternecido como no lo había estado en años, tomé una de las mantas que cubría mi cuerpo y la coloqué sobre el pequeño muchacho, para que no se enfermara a causa del frío, pues no dejaba de temblar. No estaba totalmente seguro de qué había ocurrido, pero había cumplido su misión diligentemente, tenía que agradecerle seguir con vida. Justo iba a acariciar uno de sus hermosos mechones dorados, cuando la puerta se deslizó a un lado, apareciendo ante mí un rostro conocido":

-Vaya, parece que al fin despiertas. -Un joven de cabello oscuro y agradable sonrisa se dirigió hacia la cama donde descansaba el herido.

-Muchas gracias por tan estimable ayuda, Hiyama-san- Kamui trató de reverenciarlo, peor debido a las heridas sólo consiguió ladear un poco la cabeza.

-No te tomes demasiados esfuerzos, Gakupo-san- Le recomendó el joven. -Has pasado más de tres días inconsciente. De hecho pensábamos que no podríamos salvarte. Nos fue de muy poco... Tienes mucha suerte de haber venido acompañado. Si has conseguido librarte de las garras de la muerte esta vez, se lo debes todo a este muchachito, que ha permanecido a tu lado en todo momento.

-¿T...tres días? -El herido no salía de su asombro. Después su mirada llena de sorpresa se dirigió al joven que aún dormía pese a las voces. Tres días velando por él, sin descanso...

-Se le veía preocupado, porque no despertabas. Se puso a rezar, a cantar, a sostenerte la mano, nada parecía serle suficiente, sólo nos pedía que no te dejáramos ir, y le pedía a sus dioses que le llevaran en tu lugar. No sé de dónde lo has sacado, pero sin duda alguna te debe de querer mucho.

El espadachín se ruborizó levemente. Por tan poca cosa... lo que a él el parecía, haber hecho por ese joven, y que temiera tanto por él... Nunca nadie había sufrido tanto por su vida, y los que alguna vez les pudo importar... ya no estaban. Sonrió agradecido, sin saber qué añadir. Dubitativo, se pronunció momentos después...- Lo... encontré en mi última misión... Perdido como yo, quizás. Con su mirada me pidió que lo sacara de donde estaba, y yo fui incapaz de dejarle allí.

-Ay, ¿volviendo a tu vieja etapa de héroe? Creía que lo habías dejado... Pero me alegra de que lo hicieras. Juzgando por su apariencia y sus heridas... Ese chaval lo ha debido de pasar muy mal en un lugar así. Cuídalo mucho, ha sufrido suficiente por años.


El samurái asintió, agradecido.-Prometí convertirlo en mi aprendiz, así que no dejaría que nada malo le pasase. Antes daría mi vida, es el deber de todo maestro. -Se quedó callado, taciturno. El señor Hiyama sonrió y trató de animarle, sonriente y amable como siempre. -Iré a informar al doctor Kaai de que al fin has despertado y te encuentras mejor y de paso prepararé un futón a tu aprendiz y traeré el desayuno. Después de tantos días seguro que te sientes débil, así que tienes que quedarte aquí y reponer fuerzas, vale?

- ¿Cómo puedo agradecerte todo lo que estáis haciendo por nosotros?
-Se preocupó el herido.

-Descansando todo lo posible sería un buen comienzo. Siempre haces cosas por nosotros, en algún momento teníamos que agradecerte a ti. Así que estírate y relájate, que ahora todo va a estar bien, déjanoslo todo a nosotros.

Agradecido profundamente, el vagabundo se tendió nuevamente, a la espera de recuperarse pronto y poder seguir el camino hacia su hogar.

Kamui Gakupo
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Mensaje  Len Kagamine Jue Ene 03, 2013 4:08 pm


*******Tres dias antes***********

Todo había sucedido relativamente deprisa al ofrecerse el hombre a ayudarles. Junto a su esposa, el hombre cincuentón ayudó al niño a levantarse y a cargar con el samurai herido a casa del doctor Kaai. Podían ver las lágrimas brotar en el desconsolado muchacho (señorita, como ambos creyeron en un principio), así que la mujer trataba de calmarle.
Entraron con prestreza en la consulta, una modesta casita de madera antigua no muy lejos del mercado, alterando a algún que otro paciente que esperaba. Un joven hombre, de cabello castaño y facciones amables se acercó a los recién llegados, al parecer algo alarmado al ver al herido. Parecía ser que le reconocía. A Len, cuando pudo calmarse le dio esa impresión en todos los que le rodeaban. Los pacientes en espera se apartaron, dejando paso al hombre que cargaba con el samurai, y pasaron junto al otro joven a otra sala, donde se hallaban varios futones extendidos y un anciano de, al parecer avanzada edad, atendía a una joven, vendando su mano. Recostaron al herido en uno de los futones y la esposa del hombre que les había ayudado, intercambiando una mirada con el joven amable, retiró a la mariposa, saliendo con él a otra sala, sin dejarle ver lo que iban a hacer.
Len se resistió a ello, alarmado. Qué iban a hacer? En qué estado se encontraba Kamui? Iba a morir? La angustia se apoderó de él.
-Tranquilo.......-la mujer puso una mano en su frente- El doctor sabe lo que hace......van a ayudarle, ahora.....-trató de calmarle, pero aquellas palabras evocaron en él un doloroso recuerdo. ''La misma escena....una sala parecida. Una mujer, joven, tosiendo. Oscuridad.'' Miró a la mujer, todavía con lágrimas en sus ojos.

Dentro de la habitación, el anciano doctor Kaai examinaba la herida, lavándola con abundante agua, ayudado por el otro joven y el hombre cincuentón.

-Kiyoteru......habrá que aplicar y coser. No tiene buena pinta, pero por suerte no está infectado.-explicó el anciano.
-Doctor....entonces, esa fiebre?-preguntó el joven.
-Agotamiento, quizás. Perdida de sangre. Ambas cosas. Le inyectaremos un suero de hierbas y le aplicaremos el ungüento. Tu me ayudarás a coser...tu vista es joven todavía.
El otro hombre observaba nervioso. Podían confiar en los médicos, ellos lo salvarían. Disculpándose salió de la sala.

Len estaba sentado en el suelo, con las manos juntas sobre la cabeza, en un pequeño templete a un lado de la sala de espera, orando y orando. Invocaba dioses antiguos, sólo conocidos por quienes se han criado con cuentos de viejas. La señora sonreía con tristeza y comprensión al escuchar tanta devoción por la salud de alguien. El marido se reunió con ella y, despidiéndose del muchacho, salieron.

Y así continuó la mariposa, orando, rezando para que todo resultase bien, para que Kamui sanara o se lo llevasen junto a él o en su lugar. No podía cortar su silencioso llanto.

Finalmente, pasadas largas horas, el doctor y el joven ayudante salieron de la sala, disculpándose con los que esperaban. Len se acercó a ellos casi al instante, trastabilleando por sus pies heridos. Fue sostenido por el joven llamado Kiyoteru.

-Muchacho......-parecía muy serio al mirarle. Len temió lo peor. Pero el joven sonrió poco después, con la sonrisa más amable que el pequeño había visto en muchos, muchos años.
-Todo estará bien ahora. Se recuperará....muchas gracias por llegar a tiempo.

Y las lágrimas de la mariposa se tornaron entonces lágrimas de alivio, aun y continuar angustiado. -Puedo pasar....?-se aventuró a preguntar con inusitada timidez.
-Espera a que te curemos tus heridas, primero....después podrás verle. Por cierto...permite que me presente, ya que pareces nuevo en el pueblo. Mi nombre es Hiyama...Kiyoteru Hiyama. Soy el ayudante del doctor Kaai. -señaló al anciano que en aquel momento observaba el cabello de un hombre alli sentado, buscando heridas.
-Encantado.....-murmuró, cortés, reverenciando.-Muchísimas gracias.....-más lágrimas.
Aquella imagen partía el corazón del ayudante.

Una vez le lavaron y aplicaron curas a sus pies heridos, los vendaron de nuevo y dejaron que comiera algo, aunque se negó, insistiendo en que quería ver al samurai.
A su lado sentado permaneció largas horas, en vigilante silencio, solo interrumpido por un incesante susurro, casi como un mantra, un rezo por su recuperación.

A la habitación entró la nieta del doctor, una pequeña de cabello oscuro y ojos vivos, Yuuki. Vestía un pequeño kimono rojo,acorde con su edad y tamaño, y el cabello lo llevaba recogido en dos pequeños odangos. Parecía muy contenta de saber del regreso del samurai, y por eso pasó largo rato con el muchacho. Observó luego obnubilada los ropajes del chico.

-Eres muy bonita! -dijo, sonriendo amable, a lo que Len se sonrojó, centrando su atención en ella.-Tu también eres bonita, pequeña.
Que tendría, 8, 10 años? Pero parecía ser una niña muy viva e inteligente.-Eres la novia de Gakupo-san? -sonrió con la inocencia propia de su edad al preguntar aquello, que hizo que la mariposa enrojeciera hasta la raíz del cabello.
-N-no, no lo soy.....! Soy....soy su aprendiz, pequeña. -Lo cual era verdad. Porqué se sonrojaba, pues? Porqué sintió aquella vergüenza? Sonrió amable. Ella pareció observar como desilusionada y después de besar la frente del herido, salió despidiendose de Len.
El joven continuó pues su vigía, tomando la mano de su salvador. Largo y tendido restó sentado, horas a través, retomando su mantra de oración y ruego, hasta comenzar a canturrear una dulce, dulce y melodiosa canción en la que invocaba todos su deseos, sus ruegos, sentimientos de ánimo para el convaleciente. No se levantó ni comió durante la espera.

Finalmente, al tercer día, su canción cesó cuando su propia consciencia se rindió a un agotamiento infernal, a su pesar, cayendo en una obvia postura incómoda, durmiendo sin remedio, soltando su mano. Y así descansó y descansó, ajeno a su alrededor, con el único pensamiento de ánimos y deseo por la salud del mayor.

No vio como éste despertaba rato después, ni cómo le cubrían el cuerpo con la manta. Sólo durmió, reposando sus ya al límite fuerzas. Nunca había tenido consciencia de haber sido tan fuerte para soportar lo que estaba soportando. Así que, simplemente, siguió durmiendo.
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Mensaje  Kamui Gakupo Lun Feb 11, 2013 6:52 am

Nuevamente el Ayudante del Doctor Kaai, Hiyama-san entró en la estancia cargado con el voluminoso futón a sus espaldas, tendiéndolo poco después al lado del suyo. -¿Aquí está bien? Si es necesario puedo conseguir un biombo de la consulta...

-No, no será necesario.- Negó el vagabundo que aún seguía yaciendo mientras no quitaba ojo al muchacho que seguía dormido a su lado. - Hemos dormido en lugares inverosímiles estos últimos días en condiciones extremas. Para mí no supone un problema, y creo que para el muchacho tampoco. Desde el principio se ha mostrado reacio a tales prohibiciones decorosas acerca del contacto. Temo conocer el motivo... -Lo contempló condescendiente, mientras la respiración profunda y agotada del jovenzuelo continuaba resonando suavemente en la estancia. Kiyoteru asintió comprendiendo, y con sumo cuidado, alzó y cargó al agotado jovencito en sus brazos, para luego arrodillarse con la misma calma frente al lecho, dejar al muchacho tendido en él, y cubrirlo con las algo usadas pero cálidas mantas. Les echó un último vistazo a los dos y saludó educadamente dirigiéndose a la puerta. -Me estoy encargando del desayuno, cuando lo tenga listo os lo ofreceré. Mientras tanto descansad sin preocupación.
De nuevo, el silencio se adueñó de la pequeña y humilde estancia. Una vez más, el mayor era invitado a esos pensamientos profundos que lo habían abandonado a la inconsciencia por más de tres días. En poco menos de una semana, un tumulto de acontecimientos precipitados habían tomado el control de su ajetreada vida de ronin y guerrero a sueldo. Un muchachito había aparecido en su vida de un modo tan peculiar y sorprendente, que le costaba trabajo aún contemplar a su lado y vislumbrar su presencia bajo las mantas. Exhaló aire suavemente, pues aún los gestos bruscos eran capaces de hacer resonar el eco de sus heridas, doblegando su voluntad y su cuerpo a la más estricta quietud. Entre esos pensamientos, retornó la figura de sus captores, y tras ellos las del culpable de todas las desdichas del pequeño acompañante, el dueño de ese antro cochambroso. El sólo recuerdo de su grasiento y envejecido rostro le provocó bastante malestar y rechazo, por no hablar de sus modales a la hora de referirse a sus clientes o al trato con su "objeto más preciado", que indudablemente era la atracción estrella y la fuente de la mayoría de sus ingresos.
No podría negar que ese ataque por parte de sus secuaces no le tomara por sorpresa. Desde que abandonaron el lugar montados a lomos del caballo, vivía con el temor de ser encontrados por él y sus secuaces, aunque no le temiera a la muerte, pues sabían los dioses las veces que había partido a su encuentro con total convencimiento y determinación, sí le alcanzó la preocupación por su joven e inocente acompañante. Le juró protección, y eso es lo que deseaba conseguir a toda costa pese a las numerosas heridas, o los percances que les salieran al paso. También estaba seguro que probablemente, a estas alturas quizás el tabernero comenzara a ponerse nervioso ante la falta de noticias de sus subordinados. Y por lo tanto, era inevitable que se volviera a poner en movimiento en un nuevo ataque seguramente más mortífero y certero que el anterior. Debían ponerse a salvo cuanto antes, también para no involucrar a más inocentes que les habían procurado auxilio, en sus andaduras.
"Molestia"... Esta palabra reapareció nuevamente en sus más profundos pensamientos. Y con ella un sinfín de recuerdos que hacía mucho tiempo se había propuesto a enterrarlos por siempre en el vacío de su espíritu, para no volver a resurgir nunca más.
Sus ojos perdieron momentáneamente su brillo y su rostro se tornó pálido como la cera. Imágenes al principio inconexas como un violento viento huracanado le cruzaron la mente. Pero conforme surcaban su mente, algunas tomaban más fuerza y forma que otras debido a su intensa carga emocional. No... no podía permitir que de nuevo la injusticia aflorara y se escapara por entre sus dedos. Esta vez no, estaba convencido que sería totalmente diferente, aunque esta vez definitivamente le costara la vida que con tanta vergüenza y culpa había arrastrado durante largos años de penurias. Ya no volvería a ser más una "molestia". No volvería a cargar con ese pesar nunca más.
El sol comenzaba a brillar más intensamente por entre los paneles de la pequeña estancia y ya surcaban con su cálida luz las mantas del vagabundo que permanecía divagando entre sus pensamientos y se resistía a abandonarlos, incluso aún y cuando el ayudante Hiyama volvió a hacer acto de presencia y se acercaba con una bandeja con el nutritivo desayuno prometido. Sólo un toque de atención directo por parte de Kiyoteru fue capaz de retornarlo al presente:


-Menudo tajo te llevaste de regalo por ese jovencito. - Acertó agudamente. Kamui se miró su pecho vendado y no pudo evitar sonrojarse ante la evidencia.

-Algo así... - Confirmó reservadamente el ronin.

-¿Cuántos eran? No sueles venir habitualmente tan herido. Aunque admito que en ocasiones hemos temido por tu vida. -Se sentó sobre sus propias rodillas al lado del futón, asistiendo y ofreciendo el desayuno al herido.

-Tres... No del todo diestros, pero bastante corpulentos. En esto me llevaron ventaja. No porque no supiera reducirlos... Pero admito que no suelo andar con nadie y no necesito proteger mientras me enfrento a mis rivales. Eso y la situación geográfica, un precipicio escarpado, jugaron a su favor. Así que sólo conté con mi destreza natural y mi estrategia. Un poco precipitada por desgracia. Pero no eran tipos que se andaran con rodeos. Eso creo que me costó algo caro pero... -Desvió momentáneamente la vista al joven que descansaba por suerte sano y salvo en aquél lugar. Sin ninguna herida de gravedad, razón de más para sentirse aliviado.- ... Mereció la pena. -Terminó prácticamente en un susurro, devolviendo la mirada llena de convencimiento al enfermero.

-No lo dudo. Es un gran muchacho, créeme. Has hecho bien de sacarlo del antro que, por lo que deduzco por su porte, maquillaje y ese tipo de ropas tan vistosamente caras y decoradas, debía tratarse de un teatro-burdel de trabajadores (usualmente esclavos) que se dedicaban al espectáculo y a la prostitución, entre ellos los llamados "kagema" como este muchacho parece ser... -Kiyoteru contempló con cierto disgusto y compasión la cabeza rubia que asomaba entre las mantas, ajeno a todo lo que en esos momentos se estaba hablando referente a él en esa estancia.

-Tan despierto como siempre. No esperaba menos para ser sincero. -Respondió el mayor con una sonrisa un poco amarga. - Todo lo mencionado es cierto. Lo encontré cantando con un aura de verdadera tristeza y melancolía en un escenario de dudosa categoría a merced de una jauría de hombres sin honor sedientos de placer y saciados de alcohol. Su belleza brillaba como el sol ante tanta inmundicia. Y sus lágrimas florecían como el rocío al despuntar el alba. Tan hermosas y plagadas de sentimiento. Esa visión y esa dulce pero desgarradora voz inmediatamente se apoderó de mis sentidos y mi voluntad, y no pude hacer otra cosa más que intentar hacer tratas con el que parecía el dueño del local. Pero evidentemente no pensaba cederme al que consideraba su "joya de su imperio". Al principio pensé en rendirme, pero al ver al muchacho deambular hasta la parte trasera con un porte dubitativo y fatigado, pero lleno de triste determinación, me decidí a seguirlo. Para mi sorpresa lo hallé en el baño a punto de terminar con su miserable vida... Y... que los dioses a los que he ofendido me perdonen, pero no me vi con fuerzas de darle la espalda. Sus ojos clamaban auxilio y misericordia... Esos ojos vacíos sin vida que habían perdido toda esperanza de salvación... No pude simplemente negarle su tal vez única posibilidad de cambiar su destino... Así que me lo llevé lo más rápido que pude, confiando en llegar a mi escondite antes de ser localizados. Pero el muchacho no estaba acostumbrado a caminar largas distancias. Seguramente no había salido de ese lugar en años. Y no pudimos avanzar tanto como hubiera sido necesario. Y sucedió lo inevitable... Pero logré terminar con sus andanzas antes de que fuera demasiado tarde... Aunque a mí casi me costara la vida. Ruego perdón por tantas molestias... -De nuevo esa palabra.

-Entiendo... No hay de qué preocuparse Gakupo-san. Obrasteis con la virtud. Seguro que él se sentiría orgulloso... Y desde luego sólo ocurre lo que está destinado a suceder: Usted el vagabundo que había renunciado al camino de la virtud... vuelve a encaminarse con un aprendiz... Una vez más el ciclo se completa.

-No tiene nada que ver...
-Sentenció con cierta rudeza Kamui, no sin perder del todo su cortesía. Pero con este tono dejó claro que no deseaba volver a tocar ese tema que tanto le dolía recordar. - Ahora lo único importante a tener en cuenta es nuestra pronta recuperación y abandonar la ciudad lo antes posible para no causar problemas en caso de que ciertos individuos se aparecieran en nuestra busca.

-Tan atento, gentil y prudente como siempre...
-Suspiró el de cabello moreno. - No me extraña que todos te tengan tanto aprecio. Aunque yo me sumo a sus sentimientos. Sabes que nunca estás de más, amigo mío. Pero en algo tienes razón. Os deseo de igual modo una pronta recuperación. - Le sonrió con una sinceridad plagada de buenas intenciones, teñida de un cierto cariño que parecía residir desde mucho atrás, en el pasado. - Pero para eso será mejor que se alimente bien así que haga todo lo que le digamos y pronto podrá marchar con su nuevo aprendiz. Tiene mucha suerte de teneros como maestro, pero no es el único afortunado en esta súbita nueva relación.- Sonrió enigmáticamente, dejando algo confuso al samurai, para luego incorporarse para dejarlo comer tranquilamente.- Iré a asistir a los enfermos de la consulta. Si me necesitan para algo no duden en llamarme.

El de cabello largo sin duda con esta conversación corta pero intensa había acrecentado su mar de dudas e inseguridades. Nunca antes se había visto envuelto en esta situación. Al menos no... en los últimos tiempos, tan largos que no recordaba apenas cuál fue la última vez que había compartido cena o cama con otro ser humano. Contempló su plato de arroz y sopa y vislumbró lejanamente su reflejo totalmente adulto y ya un poco curtido por los duros años vividos: todo a su alrededor había cambiado tanto... pero algo le resultaba infinitamente familiar, sólo que era incapaz de adivinarlo. O quizás... ¿No deseaba recordarlo?


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Mensaje  Len Kagamine Miér Mar 06, 2013 3:34 am

''Música....suave música alrededor. Qué era aquello? El suave sonido de las cítaras me envolvía mientras sentía un fuerte mareo y un dolor en las sienes. Recordaba....aquella música me hacía recordar....podía verlo entonces ante mí, claramente. La casa de Iwao-san... caminaba de su mano, con la vista baja y un terrible miedo. Me sentía pequeño, sí, eso era. Era un niño pequeño.... tenía un profundo horror y estaba tremendamente agotado por todo lo que me había sucedido en poco tiempo. Algo que ahora mismo no puedo recordar..... Tuve la suerte, pensaba, de que aquel hombre me llevase lejos de aquellos tipos, pues habían unos tipos extraños.... Iwao-san, por aquel entonces, era distinto. Pero lo recordaba y veía todo como en un sueño..... era un sueño o un recuerdo? Me detuve en el pasillo y me senté, vi que el hombre se detenía a mi lado y me alzaba justo cuando derrotado me dormí. Pasó tiempo, aunque no podía saber cuanto. Era un sueño o recuerdos encadenados? Esta vez era algo distinto....el mareo era más intenso y en la oscuridad de mi mente escuchaba gritos de terror y olía a humo y muerte. Más tarde abrí los ojos de nuevo. Y ella me sonreía. No fue si no verla de nuevo que me hizo percatarme de cuanto la añoraba..... sí, aquello era un sueño. Ella ya no estaba. Su grácil figura, sus ojos oscuros y piel blanca como la nieve, el suave y amable rostro enmarcado por su cabello azabache. Sayuri-chan.... una balsa en medio de la pesadilla. Cuando la vi por primera vez allí pensé que ya no tendría que temer lo que me pasase. Y me sentí seguro por primera vez en muchas horas y muchos días. Iwao-san la adoraba, y ella me enseñó muchas cosas de aquel lugar. De nuevo su imagen se desvaneció y sentí la misma angustia que cuando se marchó de mi lado para siempre. Lo mismo que mucha gente, antes que ella....en aquellos tiempos....tiempo atrás.....
Estaba agotado, terriblemente cansado....mi mente volvía ahora al presente a pesar de la inconsciencia. Amable vagabundo, honorable salvador..... arriesgó su vida para proteger mi mísera existencia. La mia. Un esclavo, una prostituta. A pesar de haber sido liberado de allí.... una fuerte angustia, un horrible sentimiento de pertenencia me ligaba a todo aquello. La inconsciencia me rebelaba ahora mis terribles presagios y temores. No era lo mismo que soñar.... mi estado ahora no es más que un pensamiento...me veo en sueños como flotando sobre el lecho del río que días atrás habíamos visitado en nuestra huida. Tengo miedo.....miedo de que me encuentren. Miedo a que los dioses reclamen a Kamui a su lado. No quiero perderle....no quiero. Una parte de mi llora recordando en secreto silencio sin que mi mente recuerde realmente perdidas olvidadas por el tiempo. Algo en mi sabe que no he estado solo desde siempre, pero esas personas ya no existen. Igual que Sayuri. Los dioses se la llevaron, y no quiero que se lleven a Kamui.....no, por favor.......''

Aún en estado de inconsciencia las lágrimas afloraron a los ojos del convaleciente muchacho. Gimoteó y se abrazó a si mismo bajo las sabanas. Permaneció así largo rato mientras las horas pasaban en silencio. El pequeño era completamente ajeno a la conversación entre el samurai y Kiyoteru. Finalmente, al anochecer del primer día que había pasado dormido por el agotamiento, despertó. Volvió en sí como si una fuerza lo obligase a despertar, confuso al principio porque no supo identificar donde se hallaba. Era algo propio después de un shock y un despertar. Pero no fue más que darse cuenta de donde estaba que Len miró alrededor movido por una fuerte angustia, buscando al samurai, deseando verle y comprobar su estado. Quería que estuviera bien, necesitaba que viviera, necesitaba verle recuperado con todo su ser. No pudo evitar sentir un fuerte sonrojo en sus pálidas mejillas al verle descansando en el futón, pero despierto y, al parecer, en buen estado. Y fue entonces cuando el pequeño muchacho se percató de su propia situación, viendose sentado en un futón y tapado con mantas. Se había movido tan deprisa para ver al samurai que no se había dado cuenta del mundo a su alrededor. Bajó la vista avergonzado, y esperó a que el mayor se percatase de que había despertado. Se sentía confuso a la par que ruborizado. No podía comprender los vagos pensamientos que rondaban su mente, y a su vez, una parte de si mismo no quería ni siquiera plantearse qué hubiera ocurrido si su salvador y nuevo mentor no hubiera despertado. Sin moverse del sitio restó lo que a él le pareció largo tiempo en silencio y cabizbajo. Sus pensamientos divagaban de nuevo. Desde hacía rato sentía que su corazón latía apresuradamente y le costaba no dirigir la mirada hacia el mayor antes de que le hablase. Cerró finalmente los ojos y esperó, orando agradecidas plegarias de respuesta a los dioses a quien se había encomendado. Después ese mismo agradecimiento lo dirigió en silencio hacia el médico y su ayudante. Qué podría hacer para compensarles?



***************************************

Las cosas no andaban bien en los dominios de Takeshi Iwao. Hacía prácticamente una semana que había enviado a cuatro de sus mejores hombres a la búsqueda y captura de su hermosa Mariposa y del villano que lo había raptado, pero ninguno de ellos había regresado. La situación comenzaba a ser verdaderamente alarmante y lo peor: se le iba de las manos, cosa que lo enfurecía aún más si esto era aún posible. En sus muchos años de vida nunca o casi nunca nada había escapado a su control, y el hecho de que un simple viajero le hubiera arrebatado su tesoro más preciado de la forma más simple lo combustionaba por dentro. Se lo haría pagar sin duda pero debía adelantarse a su enemigo: cautelosamente tenía que idear un plan de modo que le aventajase sin que lo percibiera, y eso para alguien que domina ciertos contactos no le suponía problema alguno. Movería todos y cada uno de los hilos que tuviera a su alcance por la amplia región, daría con su paradero, y en el momento oportuno le asestaría el golpe fulminante que le conduciría a la perdición más agonizante. Sí... era un plan tan perfecto que no podría salir mal. Antes de lo que nadie sospechara, su Mariposa volvería a su escenario a cantar todas las noches para su público, encandilándolo con su voz y su hermosa belleza juvenil y radiante. Sólo quedaba ultimar unos pequeños detalles... La suerte para su enemigo estaba echada... Y ya no había vuelta atrás... Tan sólo el tiempo que se agotaba para la vida del desdichado que pronto no volvería a ver más amanecer. Nunca más. Y el hombre,, Takeshi Iwao, bailaría sobre su tumba, acompañándole en el venenoso delirio de la fatalidad de los infiernos por siempre.
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Mensaje  Kamui Gakupo Lun Mar 18, 2013 1:00 am

El joven de largos cabellos morados permanecía con los ojos semicerrados, contemplando el devenir del atardecer que con suave serenidad, acariciaba con sus últimos rayos de sol el aterciopelado y mágico firmamento. Una suave brisa crepuscular mecía con un murmullo la copa de un joven árbol, que con fuerza recibía con sus hojas neonatas, la frondosa primavera desde el pequeño jardín de la humilde consulta de esa pequeña villa. Una silenciosa calma que se vio interrumpida por las vibraciones latentes de una presencia muy próxima que con energía, emergía con un gran impulso quizás avivado por una gran conmoción y sorpresa. Su rostro se volvió y sus ojos se posaron sobre la imagen de un tumulto de mantas inerte en medio del futón, que le devolvía la mirada con respeto y humilde timidez.

-Joven Len... -Su voz suave pero que destilada de un entrañable alivio inmenso, el mayor sonrió con sencilla felicidad al pequeño envuelto en mantas. Tranquilizadoramente, se incorporó no sin un cierto esfuerzo, hasta quedar a la altura del muchacho. En un gesto cercano de camaradería por todas las vivencias que los había unido en este viaje inesperado, alzó su brazo y condujo su mano hasta la cabeza del jovenzuelo, destapando con ternura que incluso a sí mismo lo hizo sorprender, dejando caer la suave manta sobre los hombros del kagema, buscó su mirada con simpatía y de nuevo trató de charlar con él en busca de reciprocidad, demostrando más interés en su acompañante que en su propio estado. - ¿Ya has tomado un descanso reparador? ¿Han tratado tus heridas? ¿Y tus pies? -Su vista se deslizó rápidamente a los talones del muchacho en busca de las esperadas curas. Confiaba en el doctor Kaai más que en ningún ser humano en el mundo, pero necesitaba reconfortarse y cerciorarse de algún modo.
Su corazón le latía deprisa a causa de la enorme sorpresa de saber que de momento lo peor parecía haber pasado. Era una pequeño bálsamo de tranquilidad en medio de una guerra. Aún la amenaza les acechaba, no podía estar más seguro. Pero estaban vivos, era un hecho. Aún podían continuar, no habían dicho la última palabra en esa batalla por la libertad. Conduciría a ese muchacho a ella aunque fuera lo último que hiciera. No estaba seguro de por qué esa obsesión con ese joven, pero algo dentro de él se le había revuelto desde que sus vistas se cruzaron por primera vez, y desde entonces protegerle se convirtió en su máxima prioridad, por encima incluso de si mismo. El joven le devolvía la mirada tímidamente, invadido por un enrojecimiento cautivador que le impregnaba el duro y solitario ser del ronin, ablandando su corazón, y contrariamente a sus creencias, le atisbó un creciente sentimiento y deseo de acariciar su delicado rostro y abrazar su pequeño y suave cuerpo, para sentir su viva calidez y cerciorarse que no estaba soñando. Pero era tal el respeto que sentía por aquél indefenso y melancólico muchacho, que incluso el hecho de sentir la necesidad de abrazarle le pareció la peor de las ofensas. Avergonzado consigo mismo, inclinó levemente la cabeza en señal de respeto, y le ofreció una bandeja de comida que poco antes le propició el señor Hiyama. Quizás estuviera algo frío, pero seguramente le reconfortaría tras tantos días en ayuno. Sonrió educadamente, sin poder ocultar del todo su enorme sensación de gratitud y tranquilidad de haber vivido para contarlo gracias a ese muchacho. Por primera vez en su vida, había huido de la muerte que tanto anhelaba y había regresado para volver a ver amanecer un nuevo día, y todo gracias a un muchacho que apenas conocía. Sin duda su encuentro no podía ser mera casualidad. Ese pequeño de voz virtuosa había obrado en él un cambio asombroso en muy poco tiempo, que en años él mismo se había negado a proceder. Algo misterioso rodeaba a esa grácil mariposa, y él sin duda había caído preso, producto de su influjo. Se volvió a inclinar ante él todo lo que le permitían sus heridas y en un gesto lo más respetuoso y gentil que fue capaz, inclinó su cabeza ante él.
- Muchísimas gracias por salvar mi vida, Len. Sin tu ayuda ahora mismo yo no estaría aquí. Has sido un muchacho muy valiente y muy honorable, digno de admiración y respeto. No se me ocurre cómo podría agradecerte tan noble gesto. Puedes solicitarme cualquier cosa a cambio, la cumpliré con total diligencia y entrega. Sea lo que sea lo que anheles. -Esperó pacientemente cualquier gesto de respuesta del rubio, tratando de soportar con una firmeza marcial el cruel dolor de las heridas por tan incómoda e inadecuada postura.
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Mensaje  Len Kagamine Miér Mar 20, 2013 2:08 am

Sentado,envuelto entre las mantas sobre el futón, el muchacho escuchaba en silencio las preguntas del samurai. Lo observó de hito en hito, con una amable sonrisa y avergonzada amabilidad. Se sentía henchido de gratitud, con la mente repleta de pensamientos y el corazón confuso por los sentimientos. Le miraba sin mediar palabra, atento a todos sus gestos, sentía y medía el timbre de su voz, se maravilló del color que su mirada lucía tras unos días de reposo, mejorandose de su lamentable percance. Asintió y respondió a sus preguntas y preocupaciones, mostrandole diligentemente sus pies ya tratados, lavados y cuidadosamente vendados, curadas sus heridas. Al igual que él, ya solamente le quedaba el descanso para poder emprender una nueva etapa de la aventura de su viaje de escape. Le miraba embelesado y, finalmente, con una fuerte timidez pero gran coraje, todo el que su corazón pudo reunir mientras latía con tanta fuerza que sentía que podía detenerse en aquel momento, se acercó al mayor y, lentamente, con inusitada delicadeza posó suavemente su fina y blanca mano sobre la mejilla del samurai, en un gesto de infinita gratitud y dulzura, en una mimosa caricia, demasiado intima en significado, pero oculto para las emociones y pensamientos de la mariposa, quien en aquel momento sentía que todo el respeto que poseía por el mayor estaba siendo ominosamente burlado, aunque a su vez no podía apartar la mano, más la dejó reposando en la mejilla, casi temblorosamente. Tenía temor a que el samurai le apartase movido por aquel gesto. Pero mientras cometía aquel acto pensaba a toda velocidad, con la mirada absorta y perdida en el azul de sus ojos. Aquel hombre desconocido se lo había jugado todo por sacarle del infierno donde había estado malviviendo, casi había perdido la vida por su causa. No había lugar a ningún tipo de desconfianza ya. Ya no eran dos almas anónimas. Y si Kamui lo requería, él sería su discípulo, su siervo, lo que él le pidiese, por toda la eternidad. Más aún, deseaba con todas sus fuerzas agradecerselo todo, aunque sabía que todavía no podían cantar victoria, no estaban completamente a salvo. Eso pensaba mientras lo admiraba y observaba en silencio.....pero, cuando el mayor profesó aquellas palabras de halago, agradecimiento y entrega, sintió que algo en su pequeño cuerpecito se rompía en mil pedazos. Y no pudo soportarlo más. De nuevo las lágrimas subieron a sus ojos tras varios días, y con un estremecimiento de su cuerpo le abrazó con fuerza pero sumo cuidado, rodeándole el cuello con sus brazos, pegándose a su ser y quebrándose, rompiendo en sollozos tras el cúmulo de tensiones y terrores: -S-señor.....K-Kamui....Kamui.....n-no te vayas.....no te marches de mi lado.....no me dejes solo.....onegai.....te lo suplico.....no me dejes.....no vuelvas a asustarme así.....onegai......-aquellas palabras salían desconsoladas de sus labios, mientras las lagrimas del menor empapaban sin pretenderlo las vendas y la piel del cuello, en tanto el cuerpecito de la mariposa temblaba por el llanto, un sollozo de alivio a la par de miedo y confusión. Había temido, había temido con todas sus fuerzas, y había rezado. -Si te hubiera perdido......n-no sé que habría hecho......qué habría sido de mi.........-trató de calmarse, a pesar del torrente de lágrimas que pugnaban por continuar fluyendo de sus ojos, de su corazón. Porqué? Porqué se sentía así por alguien a quien recién conocía? Era cierto, le había salvado la vida....y había arriesgado la suya....aquello bastaba? Había algo más? Estaba tan confuso que simplemente se quedó en aquella posición, llorando, pero a su vez tratando de calmarse. Solo sabía.....que pasara lo que pasara, ya no querría separarse de su salvador. Pero tampoco volvería a permitir que lo hirieran así.
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Mensaje  Kamui Gakupo Miér Abr 10, 2013 4:48 am

Tan absorto estaba en el muchacho y en su estado, que deseaba con todas sus fuerzas verle recuperado, que no predijo ese repentino gesto de acercamiento del menor. Una suave caricia, tan tímida, tan sencilla... pero tan cálida... Hacía demasiado tiempo que nadie le profesaba una muestra tan clara de afecto, que apenas sabía como reaccionar. Simplemente se limitaba a devolverle la mirada al muchacho tembloroso, ciertamente sorprendido, pero sumido en una profunda quietud. Ese pequeño muchacho, respetuoso pero receloso, le había tendido su mano tan tierna y sinceramente, que le era incapaz de todo rechazo. Contemplaba en sus ojos muestras de una vida llena de penurias y sufrimientos, de total entrega y esclavitud. Para alguien como ese muchacho, acercarse tanto a una persona, debía ser realmente una prueba de fuego. Valoró gratamente tan noble y valiente gesto, no esperando encontrarse con más. La cercanía a la muerte realmente podía unir a personas muy distintas, eso lo había aprendido de la peor de las maneras en su maltrecha vida. Y presentía que al devolverle la mirada a ese gentil muchacho, similares sentimientos habían entrado en contacto. Ciertamente, ese muchacho le había devuelto un extraño brillo apagado en su ser. Sonrió débilmente, pero para entonces el muchacho se deshacía en llantos, producto de sus halagos anteriormente profesados con total sinceridad. Y justo en el instante en que lentamente alzaba su mano para sofocar de algún modo esas cristalinas lágrimas que recorrían las sonrosadas mejillas de la mariposa, el cuerpo del pequeño se precipitó sobre el suyo, de un modo que no habría podido imaginarlo jamás. Sus azulados ojos se dilataron completamente, incrédulo, y de su rostro comenzaba a emerger un marcado color carmín que se intensificaba con cada latido que su corazón sorprendido y desbocado, clamaba su excitación y sorpresa. Inmediatamente como si de un acto reflejo se tratara, trató de separar el cuerpo del pequeño al suyo, sujetándolo por sus dos delicados brazos, abrumado y cada vez más nervioso. Bien era cierto que había sentido impulsos casi irrefrenables de sostener a esa criatura entre sus brazos, pero inmediatamente los había desechado como acostumbraba a apartar cualquier muestra de afecto a otro ser humano. Pero a pesar de ese impulso instintivo, los sollozos empapando su larga cabellera y su espalda, así como su suave y cálido ser cada vez más junto al de él, reconfortando su alma, su intención se fue debilitando. Su pulso se volvió más inestable a causa de tantas emociones sumadas a ese encuentro inesperado, y sus manos definitivamente, temblorosas, perdieron sus fuerzas y firmeza. El sentimiento tan sincero del menor, y ese llanto plagado de emoción ablandaron su solitario corazón, haciendo que todo su cuerpo entero se estremeciera. Por si esto no fuera suficiente para doblegar la entereza del noble guerrero, las peticiones de aquél por quien casi da su vida, terminaron por deshacer la última de las barreras que pugnaba por mantener erguida. Sus manos ya no sostenían sus brazos, sino que suavemente habían rodeado el cuerpo del pequeño kagema, que entre temblores y sollozos le rogaba que no le abandonase jamás. No sabía cómo había ocurrido, pero se encontró a si mismo acariciando su suave espalda y su dorada cabellera, de un modo tan gentil y tierno, quizás un poco torpe por su falta de contacto, como no lo habría concebido en todos sus años de vida. Aún ciertamente sobrepasado por tantos sentimientos, le respondió como buenamente pudo.- Lo lamento, joven Len... Sólo pretendía protegerte a toda costa. No podía permitir que regresaras a ese oscuro infierno, no quiero que nadie más vuelva a castigarte ni a hacerte daño. Lamento haberte preocupado tantísimo... Prometo no decaer, seguir luchando por protegerte, y quedarme a tu lado si así lo deseas. No estás solo... -Contemplaba el débil movimiento de los hombros, provocado por el incesante sollozo del joven, mientras repetía esa frase, casi como si se la dijera a si mismo, como un mantra.- No estás solo... ya no... -¿Por qué? ¿Por qué se lo repetía? ¿Por qué sentía esa opresión en su corazón, esa angustiosa sensación de desasosiego al repetir esa frase? Era como si a la vez abriera y sanara sus heridas, indistintamente. "Ya no estás solo"... Esa frase continuó repitiéndose en su mente, aún y cuando sus labios dejaron de pronunciarla. Su mirada se tornó cristalina, vidriosa por unos momentos, vagando en unos remotos recuerdos que ya no volverían. Pero la realidad palpable estaba allí en ese mismo instante, empapando su cuerpo de llantos de alivio y alegría. En ese instante tal vez no era consciente del todo, pero había comenzado a crear un pequeño vínculo creciente con ese jovenzuelo que lo había rescatado de una muerte en vida, desde que una noche sus miradas se cruzaron en un viejo antro en medio de la oscuridad nocturna. No deseaba por si mismo volver a relacionarse con un ser humano desde lo acontecido años atrás, pero ese muchacho... Lo contempló de nuevo, secando suavemente sus lágrimas con esmero, y entonces supo que sería incapaz de apartarlo de su lado, fuera cual fuera el motivo desconocido que lo empujaba a ello. Una sonrisa de aquél pequeño le bastaba para sentirse feliz, como no lo había sido desde que tenía memoria. Y así continuó, a su lado, acariciándole, abrazándole, secando sus lágrimas, permitiendo que el muchacho desahogara todo su horror, sus miedos, su dolor, su alivio en él, calmadamente, sin perder en su rostro una expresión que rozaba entre la humilde benignidad, y su cierto afecto que comenzaba a crecer en él.

Permitió que el muchacho continuara con sus sollozos, mientras calmadamente, acariciando su espalda con un ritmo pausado pero constante, lo que harían a partir de ahora.-
Ahora deberemos recuperarnos, y una vez estemos los dos totalmente curados, te conduciré a un lugar donde estarás a salvo, donde nadie más podrá lastimarte. -Terminó la frase, enigmáticamente. Era intuible que se trataba de su escondite, su humilde hogar, del cual no deseaba hablar de su localización a viva voz, pues temía que si se diera a conocer por los habitantes del pueblo, forasteros, espías o asesinos como los asaltantes de la otra noche pudieran extorsionar, manipular y maltratar a las sencillas gentes del lugar con tal de dar con él. Su noble espíritu no le permitía poner a nadie en peligro por su causa, así que sólo él conocía el intrincado camino que le conducía a su oculta morada. - Sólo yo conozco el camino, así que no temas, pues nadie podrá encontrarnos. Podrás reposar tranquilo, allí ni siquiera tu viejo amo podrá encontrarte. Pronto no correremos peligro alguno, joven Len. Lo peor ya ha pasado. -Le aseguro, aunque no albergaba una confianza plena en ello, pues todavía era pronto para aventurarse en tales afirmaciones, pero recuperar la fe y la esperanza del muchacho en una posible salvación lo era todo para él.
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Mensaje  Len Kagamine Dom Abr 28, 2013 8:53 pm

Lloró larga y amargamente, abrazando el cuerpo del mayor, completamente abandonado a sus sentimientos, sin reparar a pensar en la reacción del samurai, simplemente rogándole. Temía tanto su perdida que tuvo miedo de soltarle antes de cesar el llanto. Escuchó sus amables palabras, como una letanía. ''Ya no estás solo....'' repetía el mayor, lo que embriagaba su alma de una calma sin precedentes. Así pues, finalmente su llanto fue calmandose, por lo que se tornaron simples sollozos y separó temblando sus brazos del cuerpo ajeno, limpiandose las lagrimas, consciente entonces de aquellas suaves caricias a su espalda. Ruborizado, asintió cuando le explicó su siguiente movimiento. Aquello estaba bien, todo iría bien. Saldrían de esta y de tantas otras, y lo mejor, no le abandonaría.

-E-enseñame.....q-quiero poder defenderme...y ayudarte....no quiero que te hieran más......por mi culpa....-hipó entrecortadamente, secandose de nuevo las lágrimas frenéticamente. Le intentó sonreir, francamente, de corazón. Le dolía el pecho, pero no hizo caso de ello.

Le observó luego de nuevo, largo y tendido, sentado demasiado cerca, y tomó las manos que lo acariciaban y rodeaban amablemente y las llevó educadamente, con toda la delicadeza del mundo, a sus labios. Un simple beso en las puntas de sus dedos, un nuevo gesto de agradecimiento, y bajó la vista ruborizado.


-Marcharé contigo allá donde quieras conducirme.... mi vida te pertenece desde el instante que me salvaste de aquel lugar...... y desde que arriesgaste la tuya por mi..... Siempre que me protejas yo querré protegerte....por eso mismo....iré donde me lleves.....y si me quieres enseñar, aprenderé.......maestro.-tras esas palabras, le reverenció, con todo su cuerpo rozando el suelo en una máxima muestra de respeto sumiso. Habían tenido ya varias veces esa conversación, habían determinado un destino. Pero la mariposa sentía que nunca sería suficiente para pagarle todo lo que había hecho por él.
Lo cierto era, también, que no quería separarse de Kamui....sentía pavor a quedarse solo, y la presencia del samurai lo sanaba, aunque no podía saber bien porqué.
O tal vez....sí que lo sabía. Lo supo desde la noche del ataque.... pero nunca lo diría, no pensaría más en ello.

Se concentraría en hacerse fuerte y se contentaría con sus enseñanzas y su compañía. Con su antigua trayectoria de vida, era mucho, muchísimo más a lo que jamás podría aspirar. Continuó reverenciandole, con sus últimas palabras todavía en sus labios.-''Maestro...''. Le gustó llamarle así. Aunque sólamente una vez. Esperaría su respuesta y su recuperación. Una vez más recordó la angustia y los ruegos profesados durante el letargo de Kamui....y se sonrojó para si mismo, mirando la tela de los futones bajo su rostro reverenciado.
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Mensaje  Kamui Gakupo Vie Mayo 03, 2013 5:38 am

La visión de esa sincera sonrisa rota en sollozos se grabó para siempre en las oscuras pupilas del ronin. Aún más sus ruegos resonaron con un retumbante eco en lo más profundo de su ser. Eran tan desinteresadas y nobles sus palabras, que truncarlas con una rotunda negativa habría sido poco menos que un acto vil y cruel. Era un firme deseo lleno de convicción, los ojos azul mar del muchacho no albergaban duda alguna. Además, había dado su palabra de honor de convertirle en su discípulo desde que estuvieron prácticamente a unas horas de aquél antro lleno de vicios y rosas desfloradas. Y si algo había acompañado la férrea convicción de aquél hombre, era a no faltar a su palabra, contra todo tipo de incidencias y desventuras. Asintió suavemente al pequeño, sintiéndose ciertamente colapsado ante tanta muestra de agradecimiento que no creía menester ni merecer. Enternecido por su sentimiento de culpa, entendió que era momento de calmar su alma.- No te preocupes Joven Len. Te he ayudado por que así lo he querido. Así como expuse mi vida sobre el filo de mi espada para darte la oportunidad de ver amanecer una nueva vida ante tus pies. No sientas dolor ni amargor por el camino que he tomado, pues es para mí el mayor de los regocijos y honores poder poner a tu servicio mi hálito si con ello te puedo dar un futuro. No deseo que te halles atado a esta decisión, ni sientas que devolverla ha de ser tu obligación. Yo he tomado mi camino, es hora de que camines en pos del tuyo. Si permanecer a mi lado es tu objetivo, no seré yo quien me interponga. - Aún sus movimientos tenues de sus manos se deslizaban por la suave seda oscura que cubría el tierno cuerpo del kagema, hasta que sin admitir reproches, el muchacho acalló su discurso con un suave y respetuoso beso que había conducido a esas manos que hasta hacía unos instantes surcaban su espalda con deleite. Tras ese inesperado gesto, que puso en un aprieto al adulto, desacostumbrado a tales atenciones, y por si fuera poco esa exageradísima reverencia que terminó por desbordar su razón por completo, oyó nuevamente las plegarias y promesas tan sentidas y bañadas en la gratitud más absoluta, arrancando de su rostro los más rosados colores que un humano pudiera mostrar en tales circunstancias. -No... no es necesaria tanta gratitud, Joven Len... -El término "Maestro" sin duda le había levantado una herida que ya creía cerrada por siempre. No se percibía maestro de nadie, ni merecedor de tal título. Él era simplemente un vagabundo que luchaba en asuntos harto olvidados por el país, o al menos por los que ahora tomaban el poder. Había llevado esa vida errante por más de diez años, y no entraba en sus planes ser maestro, pese que se había ofrecido al muchacho como tal, por tal de servirle de ayuda para volverse fuerte y hábil. Pero... ¿Maestro? Su sonrojo no tenía parangón, y su alma se dividía entre el honor y la culpa, sentimientos confrontados luchaban por alzarse vencedores en su interior. Maestro... ¿Sería capaz alguien como él poder llegar a ser siquiera la sombra de alguien mucho más superior y lleno de virtud y valor, el cual fuera capaz de transmitir tanto saber olvidado en el tiempo? Pese a su dilema personal, no podía descuidar a la persona que ahora tenía a su cargo dadas las circunstancias que él mismo había provocado, ahora no podría darle la espalda. El caprichoso destino los había unido con un objetivo. Descubrir cuál, sería trabajo que ambos deberían recorrer y descubrir en sus andanzas futuras. Reaccionando al fin, tomó al joven de sus dos brazos plegados contra el suelo, elevándolos con suavidad.- Es suficiente, Joven Len. Cumpliré con mi palabra, sólo esfuérzate en hacer de ti el hombre que deseas ser. Yo velaré por tus sueños y seré tu guía en tan intrincado viaje. - Lo cierto era que... Ahora que comenzaba a conocerle mejor, le resultaba difícil volver a la soledad a la que tanto estaba acostumbrado. Lo extraño de todo aquello era ¿por qué un jovencito humilde había logrado lo que tantas otras personas distintas habían logrado antes sin éxito? ¿Por qué precisamente él? ¿Qué tenía de especial...? No habría sabido decirlo en aquellos momentos, aunque el futuro incierto se había comenzado a formar entre ellos en ese instante, imperceptible, pero latente y presente.
Y con esa dulce calma reinando el ambiente, los dos nuevos compañeros de viaje se sumieron en una pronta y saludable recuperación, ayudados por los acertados cuidados del señor Kaai, el doctor, su ayudante Hiyama Kiyoteru, y las graciosa intervenciones de la pequeña de la casa, Yuki, que hacía las delicias de todos.
En una de sus estadas, trajo a escondidas un bello ramo de flores que su abuelo cuidaba con esmero en el pequeño jardín, insistiendo en ofrecérselas a Len, que para ella era "el muchacho más hermosa que había conocido, como una princesa". Pero aún fue más oportuna su firme posición de insistir a Kamui en que debía usar la flor más bella del ramillete para adornar la dorada cabellera de su doncella, pues como su abuelo le había contado, era costumbre entre personas que se querían. Y de nada sirvieron las incesantes negativas de que esa relación no era para nada la que les unía, y ante las amenazas de llanto de la pequeña, no tuvieron más remedio que ceder ante sus peticiones un tanto embarazosas.
Al fin llegó el día de partida. Tanto el menor como el adulto reiteraron en varias ocasiones su profunda gratitud y sus buenos deseos a sus salvadores, y con cierto pesar en sus corazones, se despidieron de ellos, deseando volverles a ver en circunstancias más amables.

Cuando las dos singulares figuras cruzaron el umbral del humilde hospital del Doctor Kaai y marcharon a buen ritmo hacia la lejanía, dejando el pequeño pueblo atrás, sus dos hombres siguieron sus pasos con la mirada, permaneciendo expectantes en el umbral de la entrada a la consulta, guardando un solemne silencio hasta que prácticamente los dos viajeros se disiparon en el horizonte como el humo de la chimenea que se aleja con el viento.


-Y ya se fueron...- Pronunció el joven ayudante, con cierto tono de desasosiego teñido de feliz melancolía.- Espero les vaya bien este nuevo viaje.

El anciano Kaai permanecía callado, como sumido en sus más profundas meditaciones, y pareció hablar para sí mismo más que para Hiyama cuando de sus labios surgieron deslizantes las siguientes palabras.- Un joven corazón... tan débil... tan destrozado... tan ávido de venganza... ¿Quien lo diría que... después de tantos años, viviría para volver a ver el antaño candor joven e inocente que parecía marchito y solitario para siempre...? -Estas enigmáticas palabras por un instante confundieron la razón del joven moreno, pero lentamente, comprendiendo asintió en silencio, entendiendo que ese momento no requería de más palabras, sino de recuerdos.
Poco sabían ellos que tan sólo unos días más tarde, esos días de paz y dicha se verían truncados por una visita inesperada y cruel...


Ajenos a este íntimo diálogo, nuestros jóvenes caminantes proseguían la senda que les conduciría hasta el misterioso y tan prometido paraje al que el espadachín llamaba "hogar".
Kamui constantemente se cercioraba de no ser vistos u oídos, esta vez mucho más cautelosamente que la vez anterior, para evitarse ahora sí, cualquier contratiempo. Len le seguía de cerca, seguramente henchido de curiosidad por ese aura secreta que les rodeaba. Ambos cruzaron por entre un espeso bosque que se adentraba cada vez más a la montaña. Cualquier forastero a simple vista no hubiera encontrado más que una gran muralla de rocas escarpadas de la imponente montaña al terminar aquél inusual trayecto, pero para el que ve más allá de los ojos, esa enorme pared se convertía de pronto en un pasadizo oculto entre rocas y maleza, invisible para quien desconociera su paradero. El mayor entró primero, indicando donde pisar al segundo. La completa oscuridad los rodeaba, nadie que hubiera accedido por un descuidado error a aquél lugar, hubiera podido imaginar que tras las estrechas y escarpadas y húmedas cavernas silenciosas que les precedían, hallarían unos centenares, quizás miles de metros en adelante un pequeño haz de luz que inequívocamente conducía al exterior. Más allá de ese dificultoso paso, un extenso valle se extendía ante sus ojos con un riachuelo que sinuosamente recorría alrededor, y sobre una frondosa colina, oculta entre muchas copas de frondosos y ancestrales árboles, se hallaba una cabaña algo abandonada por el tiempo, al acercarse uno podía adivinar sin dificultad que no había estado habitada durante bastante tiempo. Kamui ofreciendo paso a su nuevo invitado, contempló alrededor lo que antaño había sido un cálido hogar. Desde entonces, se había esforzado tanto en olvidar, que apenas le resultaba extraño vivir solo en un ambiente tan sobrio y descuidado, completamente vacío de sentimientos, de alegría, de vida... Quizás en esos instantes con la llegada del nuevo inquilino, había despertado a la verdadera realidad, hacía tiempo que eso no podía considerarse apenas habitable... menos un hogar. Confiaba que con la presencia del joven muchacho ayudara a devolver parte de ese esplendor y candidez que alguna vez habitó felizmente bajo aquellas paredes hoy tan frías. Quizás ese pequeño cambio contribuyera a traer consigo días más amables a esa vida lúgubre que había llevado hasta entonces, durmiendo al raso, sin rumbo fijo, de una punta del país al otro, cometiendo atrocidades. El cauteloso samurái sin dueño cerró las puertas y las aseguró tras los pasos de Len, respirando en paz, creyéndose ya a salvo de todo peligro, no obstante hacía ya un buen rato que una oscura silueta los llevaba siguiendo y observando desde la lejanía, pero lo suficientemente cerca como para no perderles el rastro, y en esos precisos instantes, los espiaba en las inmediaciones de la cabaña, atenta a cada movimiento de sus habitantes, esperando quizás el momento más idóneo para intervenir...

Por desgracia, no eran los únicos en esos instantes que estaban expuestos a un grave peligro pues, mientras tanto, ajenos al pueblo, en él estaba a punto de acontecer una desgracia que conmocionaría a todos sus habitantes. Unos individuos de mirada gélida y sombras aterradoras surcaban la calle principal, causando pavor allá donde un pobre desdichado osara encontrarse con ellos por obra del infortunio. Pero nadie hubiera podido imaginar que entre esas pobres víctimas, se hallara quizás la más vulnerable de todas...


-Señores, llevan ustedes espadas muy largas y afiladas, y hacen daño. ¡No deberían pegar a mis vecinos con ellas! -Les acusó valientemente una niña de nueve años de edad, harto conocida por todos los que allí vivían.

-¡Yuki, vuelve aquí!- El joven aprendiz de médico salió a la calle en busca de la intrépida y temeraria nieta del doctor, pero para entonces uno de esos maleantes la sujetaba fuertemente de un brazo.

-¿¡Qué has dicho, mocosa engreída!? ¡No pienso tolerar que una mequetrefe como tú me dé órdenes!-La zarandeaba como si de una muñeca de trapo se tratase, mientras que la pequeña centraba sus esfuerzos en golpear con su puño fuertemente la mano del bandido, luchando sin mucha suerte por liberarse.

-¡Suéltame burro! -Insistía la pequeña, tratando ahora de patearle los pies a aquél enorme tipo de poderosos brazos.

Y ese mismo bandido y sus acompañantes, omitiendo el molesto griterío de la pequeña, bramaron al aire con superioridad.-
Buscamos a un vagabundo. De largos cabellos y armado. Porta consigo un joven adornado con ropas estampadas en mariposas doradas. Sabemos que no pueden andar lejos de aquí. Si amáis lo suficiente vuestras vidas y vuestro pueblo, os aconsejo por vuestro bien que nos digáis todo cuanto sepáis, y será mejor que no mintáis - Y mientras pronunciaba estas últimas palabras, apretó un poco más el brazo de la niña, que ya comenzaba a gimotear por culpa del dolor.- O tendréis mucho más que perder...

Todos los aldeanos gritaban el nombre de Yuki ahogadamente, temiéndose lo peor, sintiéndose impotentes por la niña, pero incapaces de ver cómo esos hombres sin honor le despedazaban su pequeño brazo poco a poco. Kiyoteru se debatía entre confesar todo cuanto sabía, aunque eso supondría igualmente el fin: sin Kamui estaban perdidos. Pero antes de que tuviera tiempo para decidirse, Yuki bramaba con dolorosa ira. - ¡CUANDO KAMUI VUELVA OS DARÁ VUESTRO MERECIDO, Y NO DEJARÁ NI VUESTROS HUESOS! - Una mueca macabra se vislumbró ante el cabecilla, que se intensificó cuando su mirada se encontró con la de Kiyoteru, que no pudo ocultar su horror al oír la clara confesión de la niña.-

-Bien... Ya sabéis lo que tenéis que hacer chicos, no os contengáis...
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Mensaje  Len Kagamine Vie Ene 10, 2014 2:41 pm

El pequeño kagema observaba absorto ante si, al entrar junto a Kamui en la casa. Miraba todo en maravillado silencio, sin mediar una sola palabra, sumido en sus pensamientos.  Primero de todo se descalzó como rigor y tras ello caminó lentamente, sin quitar ojo a nada. Parecía una cabaña vieja, pero bien cuidada. Al mismo tiempo, una fina capa de polvo denotaba que hacía tiempo que no se habitaba. Len dedujo que el samurai había pasado tiempo errando. Pero toda la atmósfera en su entorno...era a la vez ajena y a la vez familiar, y aunque no podía explicarlo, sentía una extraña congoja. Esa casita no se parecía en nada al antro donde había vivido desde que tenía memoria. A pesar del olor a cerrado, se respiraba una pureza inalcanzable fuera de esos muros. Pasó la mano con suavidad por los paneles de las puertas, inspeccionando. Era la primera cabaña donde entraba, todo se le hacía extraño a pesar de ser tan...normal para el resto del mundo. Vió los modestos muebles de la sala donde recién había entrado: Una mesita baja en el centro de la habitación y al fondo de la misma, al lado izquierdo, un altar pequeño de madera con un panel. Todo era tan sencillo y a la vez tan acogedor, que el muchacho no pudo hacer otra cosa que sonreir con dulzura. Miró alrededor una vez más percatándose de que había comenzado a explorar sin el consentimiento del mayor, lo cual le hizo avergonzarse de inmediato y le buscó con la mirada. Le vio observarle en la puerta de la sala unos momentos, para después sin mediar palabra pero sin dar muestras de enojo salir. Aquello lo perturbó sobremanera. Había cedido al imperioso instinto de observarlo todo, movido por la curiosidad que le crecía en el pecho por la novedosa situación. Caminó en busca de su salvador, para así ver el exterior y apreciar que el río realmente no pasaba tan lejos de la casa. Podía tardar unos escasos minutos en llegar hasta allí, lo cual era una ventaja en muchos aspectos. Se sentó en el escalón de madera que daba a la parte trasera de la casa, intentando frenar las ansias de explorar nuevamente el resto de la casa, mientras pensaba en qué haría a continuación. Quería ser de ayuda a Kamui, pero no sabía obrar nada de una casa, ni siquiera cocinar... obviamente, jamás le habían dejado hacer ese tipo de menesteres. Vio que el mayor caminaba por el exterior, no muy lejos de él ni de la casa, al parecer haciendo algo, recogiendo algo.

Su fuerte determinación por volverse de utilidad lo llevó a levantarse y a entrar de nuevo en la casa. Respiró agitado tratando de calmar el creciente nerviosismo que lo turbaba, pues creía estar haciendo algo indebido, y se quitó el ropaje doblandolo y dejándolo a un lado, quedándose simplemente con el yukata blanco de lino interior, y rebuscó algo entre las ropas. El doctor Kaai le había dado unas cuantas vendas por si la herida de su muñeca se abría de nuevo. Las observó analizando y asintió pensativo, poniendose en pie, y volvió a la sala de la mesa. Pensó en que realmente debiera inspeccionarlo todo, pero sentía esa osadía como una terrible falta de respeto hacia el samurai, más aún por no encontrarse de inmediato en el hogar, una penetración de su intimidad, vulnerando su privacidad. Hasta que el mayor no entrase con él, no miraría más habitaciones. De momento centraría su atención en lo que trataba de hacer. Se acercó al altar y rezó una oración, a pesar de que no había ninguna señal sagrada a la que encomendarse, y limpió la madera con cuidado, quitando la capa de polvo, lo que provocó que estornudase y tosiera sin remedio.
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